RIVERA Y SALSIPUEDES. por Marcelo Martín Olivera

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Al momento de la llegada de los españoles Uruguay no tenía más de 4000 indígenas y tal cual está documentado los pueblos nativos que habitaban este territorio en el siglo XVII eran minuanes o guenoas minuanes. No existen registros de charrúas en tierras orientales así que ese relato mal resucitado del «pueblo originario» carece totalmente de validez

Los charrúas como tales vinieron a llegar después de las campañas militares españolas en Santa Fe y desde muy temprano se entendían con los portugueses de la Colonia del Santísimo Sacramento dejando en claro que contrabandeaban para los lusos y eventualmente vendían esclavos que hacían para ellos. Por lo general estos esclavos eran guaraníes capturados para tal fin. Jamás tocaron un portugués para robarlo y mucho menos para matarlo. Lo que sí hacían era robar en nuestras estancias y ese producto lo cambiaban por aguardiente, lienzo, tabaco o cuchillos a los portugueses.

Por otro lado los minuanes pactaron con los españoles y los guaraníes con los misioneros jesuitas derivando esto último en una lucha frontal con los charrúas. En 1702 en un enfrentamiento entre guaraníes misioneros y charrúas nómadas, los últimos sufrieron una baja de 500 guerreros según los registros de los jesuitas de la época. Justamente es ese enfrentamiento el que ocasiona una guerra sin cuartel entre ambas tribus y cuyos ecos desembocan en Salsipuedes.

Es cierto que los charrúas ayudaron a Artigas pero siempre se mantuvieron distantes de las fuerzas orientales ya que esa alianza era meramente por conveniencia, los registros históricos de la época lo avalan, los charrúas peleaban eventualmente con el prócer pero comían aparte de la tropa. Llegado cierto punto la mayor alianza de los charrúas fue con los portugueses y es por eso que en 1797 se forma el cuerpo de Blandengues de la frontera de Montevideo para perseguir a todos aquellos, no solamente charrúas, que hicieran daño en las fronteras de la ciudad. El linaje Artigas tuvo mucho que ver con la fundación del citado cuerpo de Blandengues ya que tanto Martín José, Juan Antonio y José Gervasio formaron parte de esa fuerza armada sosteniendo reiterados ataques a los charrúas.

Con este escenario en la naciente República el mismo Rivera propone un programa de pacificación pero es Juan Antonio Lavalleja, durante el gobierno provisorio, que emite la orden de darles un escarmiento. Nadie pretendía hacerles daño pero sí que se acoplaran a un país civilizado, en vigencia de las leyes, con una organización correspondiente para lo cual eran incompatibles las tolderias charrúas que pasaron de ser una población indígena a un refugio de contrabandistas y delincuentes.

El mal llamado genocidio.

Empecemos por la RAE, según dicha academia la palabra genocidio significa: «Exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad».

Solamente con esta definición, ya tiramos al piso el relato de genocidio charrúa. Con leer un poco de historia sacamos en limpio que a los charrúas en Salsipuedes no los mataron por ninguna de las razones que definen al genocidio, los mataron principalmente por perseguir a los guaraníes para usarlos como moneda de contrabando con los portugueses.

Nuevamente los registros históricos son muy claros al respecto, estos charrúas que quedaban rezagados eran ladrones, asesinos, saqueaban estancias enteras, secuestraban niños y mujeres. Incluso, ellos mismos mataban a sus propios hijos para evitar que fueran capturados. También vale aclarar que los primeros Blandengues de Uruguay eran en su mayoría guaraníes y se tomaron revancha en Salsipuedes de todos los años de violaciones sistemáticas, no se trató de un tema de discriminación, sino de una venganza.

Justamente Salsipuedes fue un enfrentamiento entre guaraníes y charrúas, magnificado y transformado en un mito nacional, dónde no murieron más de 40 charrúas según los registros de la época. Incluso fallecieron varios soldados de Rivera entre ellos el Teniente Obes hijo de un ministro de ese gobierno y un año después fue descuartizado y desollado vivo Bernabé Rivera a manos de los charrúas, recibiendo post mortem diversas condecoraciones a su valentía. Cuando se produce la separación entre Rivera y Oribe es que surgen estás leyendas que se repiten sin mayor fundamento. Siendo este último el génesis de la disputa en un afán de desprestigiar políticamente al primero. Es por eso que debemos recordar que el mismo Oribe en 1835 estuvo al frente de varias campañas contra los charrúas y en su momento el propio Artigas hizo lo propio sin que estos eventos afectaran sus respectivas imágenes históricas.

Quitando todo este embrollo de tribus, vueltas de tuerca y venganzas, hay un hecho más evidente aún: por mal que suene, poco y nada se le debe a la «nación charrúa». En cambio mucho se le debe a los guaraníes, empezando por el nombre de nuestro país y a la mayoría de nuestros accidentes geográficos. Inequívocamente le debemos mucho a los guaraníes, más de lo que imaginamos.

Últimamente vemos cómo la exaltación de los charrúas obedece a prescindir selectivamente de la realidad de las fuentes históricas, para construir un relato al servicio de intereses políticos modernos carentes de una historia propia.

Don Frutos no fue un santo, no fue un demonio, fue un caudillo de su tiempo y de las circunstancias que lograron hacer lo que hoy somos, Uruguay. Es por esto que a la luz de estos datos históricos irrefutables y a 191 años de Salsipuedes, es necesario recordar las palabras del historiador Lincoln Maiztegui:

“Sólo por ignorancia o mala fe se le puede atribuir a Rivera un «genocidio» charrúa».

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