Por: Raúl Blanco.
La diferencia entre un periodista y un comunicador es que el primero dice la verdad de los hechos, o debería hacerlo, y el segundo comunica lo que le mandan decir sobre hechos o temas en particular.
Otra cosa es lo que sucede en las redes sociales, donde el 62 % de la población se informa a través de ellas, y lo que recibe no es la verdadera noticia, sino que recibe «lo que se dice» sobre los diferentes hechos.
Estamos viviendo tiempos de engaño, de estafa psicológica, de volver cierta una mentira, o hablar con medias verdades, con el solo fin de desprestigiar o menoscabar al otro, sea éste un político, un gobernante, un opositor o un ciudadano común que su pecado es pensar diferente.
Vemos a diario a políticos, y referentes varios, que mienten descaradamente y sin pudor, operadores que refuerzan esas falsedades, y periodistas militantes que parecen hacer el mandado por un sobre por debajo de la mesa de trabajo.
Hay anécdotas de informativistas que en tiempo de verano dan las noticias implacablemente vestidos, pero lo que las cámaras no muestran es que están de bermudas o shorts, para paliar el calor. Tampoco muestran esas cámaras lo que muchos suponemos, que van y vienen sobres para complementar los magros sueldos del sector, y que parecen influir en su calidad de formadores de opinión.
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