Planifican sus acciones en base a los informes de sus observadores o de los
lugareños.
Son muy flexibles al planificar sus acciones y se adaptan a cualquier situación. Si bien
existe un mando regional, las acciones son muy descentralizadas.
Tienen una paciencia infinita y esperan días para llevar a cabo una acción. Aguardan siempre la situación más favorable.
Como todos los afganos, son maestros en la táctica de armar emboscadas. Las emplean desde hace tres mil años.
Combaten en grupos de cinco a diez hombres, armado cada uno con un AK47 y un par de RPG7.
Cuando arman una emboscada, colocan un grupo que se muestra en el horizonte para distraer la atención. Sobre la carretera, los Talibán toman posición a lo largo de 200 metros de la ruta. Colocan un guerrero cada 30 metros.
Detonan cargas en la carretera y disparan sobre los conductores y jefes de patrulla.
El AK47 no es muy preciso, así que disparan desde unos 150 metros.
A los vehículos blindados los atacan con granadas y si pueden, con misiles contracarro.
Nunca se empeñan en combate en forma decisiva. Realizan unos pocos disparos y se
retiran de inmediato.
Luego se ocultan en las montañas y allí resuelven el problema del abastecimiento
asando una cabra con la que comen diez hombres.
Los soviéticos lo sufrieron mucho más que los estadounidenses, porque no tenían la experiencia de la guerra de guerrillas adquirido por éstos en la guerra de Vietnam.
De todas formas, la forma de combate Talibán echó por tierra el criterio del general
Colin Powell de usar fuerzas militares en cantidad abrumadora.