UN HORROR IMPERDONABLE. Por Sebastián Castro

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Seamos por un momento abogados del diablo. El águila del Graf Spee es un símbolo nazi que podría atraer a más de un turista y entre ellos algún neo nazi enfermo. No queremos turismo nazi pero tampoco queremos al terrorismo de Al Qaeda por aquí y sin embargo ni cerramos nosotros el Chuy ni en Paraguay ellos la triple frontera. El presidente es una persona pragmática. El quiere que en su gobierno se lleven adelante los cambios que nadie se atrevió a realizar. Las obras de OSE, la reforma de la seguridad social, la reforma de la educación, avances en tratados de libre comercio, en materia de DDHH y su última decisión: fundir el águila y convertirla en una paloma.

Le presentaron el proyecto al célebre escultor Pablo Achugarry y aunque pudo evitar el papelón, se sumó al proyecto de inmediato (no le llegan todos los días un pedido de tal envergadura), sería ilógico que se negara. Diría nuestro benemérito Fernando Pereira: “es tardío e insuficiente”. Seguramente estaría más contento si en vez de una paloma se hiciera una hoz y un martillo y se pusieran en lugar de los dedos de Punta del Este.

Más allá de la chicana política, el hecho de fundir una pieza de museo no tiene mucho asidero. La solución que propuso el filósofo Rodolfo Fatoruso fue la de enviarla como donación a Inglaterra, ya que fueron los ingleses en la Batalla del Río de la Plata donde se hundió el Graf Spee y de los despojos se rescató el águila. ¿Qué sería del Museo de la Memoria de Auschwitz si a un grupo de iluminados se les ocurriera demolerlo y crear un parque de diversiones?

Si el mundo está decidido a no repetir el holocausto judío, un memorial sobre los tragicos hechos ocurridos en la Segunda Guerra Mundial sería mucho más justo. Nadie niega lo sucedido ni creo que sea ese el espíritu al querer fundir el águila, pero si estuviéramos en Polonia podríamos incluso ir presos. Que algún enfermo podría venir a regodearse al visitar el símbolo nazi es cierto. Esto no justifica destruir una pieza histórica que debería estar en un museo. En definitiva, la paloma podría existir igual. Mientras el águila descansa en un museo en Inglaterra. Esperamos que la decisión cambie y no cometamos un horror imperdonable.

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