Uruguay, de la oligarquía a la poliarquía

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Por: Hilario Castro Trezza.

Indagar en nuestros orígenes como país es imprescindible para comprender el presente y proyectarnos en debida forma hacia el porvenir. Hoy reflexionaremos sobre cómo nacimos, qué Constitución nos dimos, porqué nos desangramos fratricidamente  y cómo luego fuimos capaces de construir una democracia poliárquica, término acuñado por el politólogo Robert Dahl para caracterizar un gobierno plural, representativo y surgido del sufragio libre. Uruguay surge como Estado independiente por efecto de la Convención Preliminar de Paz entre el Imperio del Brasil y el Gobierno de las Provincias Unidas, con la mediación de Su Majestad Británica, que se redactará en idioma portugués y se firmará en Río de Janeiro el 27 de agosto de 1828, ella será ratificada por la Convención de las Provincias Unidas reunida en Santa Fe el 29 de setiembre de 1828 y el canje de las ratificaciones será en Montevideo el 4 de octubre de 1828. La Asamblea Constituyente y Legislativa Oriental aprueba el texto constitucional en Montevideo el 10 de setiembre de 1829, el cual es aprobado por los Comisarios de las dos altas partes contratantes en Río de Janeiro el 26 de mayo de 1830. Ante ello y culminando el proceso, la Asamblea General Constituyente y Legislativa dispone que la Constitución del Estado Oriental del Uruguay sea solemnemente jurada el 18 de julio de 1830. Dirá con elocuencia Bernardo Berro en 1859: “Toda independencia se apoya en una nacionalidad ¿Cuál es pues  nuestra nacionalidad? Nuestra nacionalidad fue una dádiva, no nació por sí misma, por obra nuestra, fue una declaración no un hecho ¿Se puede dar una nacionalidad? La declaración no puede crearla… No se comprendió que improvisando un Estado independiente, sin poder propio y sin elementos para constituir una verdadera nacionalidad, sin fronteras que lo asegurase contra la expansión invasora de su codicioso vecino y sin apoyo externo eficaz, se dejaba un cebo permanente a la ambición imperial y se creaba una causa perpetua de celos, desconfianzas y temores y por consiguiente de inquietud y desavenencias”. Luis Alberto de Herrera escribirá con gran lucidez en 1912: “Mucho de nuestros conciudadanos ignoran que le falta a la República una fe de bautismo en regla… ella no existe. Según el Tratado de 1828 somos libres por el acuerdo gracioso de los vecinos. Algo así como un ensayo, sometido al juicio posterior de los tutores…”. Con admirable discernimiento expresaba Bernardo Berro en su mensaje a la Asamblea Generalen 1863: “La Constitución de la República, contiene disposiciones que la experiencia de los años trascurridos desde que fue puesta en vigor, han mostrado ser muy inconvenientes. Contiene también otras que esa misma experiencia ha hecho que sean impracticables. Para evitar lo primero y suplir lo segundo se ha hecho lo que la Constitución prohíbe y no se ha practicado lo que ella manda, es decir se ha creído encontrar en su violación un bien y un deber, y en su observancia un mal y una culpa. Excuso demostrar el desorden moral, el extravío de ideas que esto ha de producir y sus funestas consecuencias. Me limito por lo tanto a proponer a vuestra honesta e ilustrada consideración la siguiente cuestión ¿Qué es mejor: violar la Constitución para evitar el mal que de observarla viene, o corregirla para suprimir ese mal y esa violación?”. Ya avanzado el siglo XIX Francisco Bauzá advertía con honestidad intelectual “Los Partidos ¡Qué horrible sarcasmo! ¿Existen entre nosotros los Partidos? ¿Existen acaso esas asociaciones políticas, con programas definidos, con aspiraciones lógicas, que buscan en la lucha legítima del sufragio, de la prensa y de la tribuna, la solución de las cuestiones trascendentales que afectan los intereses del país? No, entre nosotros sólo existen dos bandos armados, irreconciliables, impíos, cuyas exhibiciones teatrales en la escena política harían reír, si cada uno de sus sainetes no costara un mar de sangre”. Por elloentre 1832 y 1910 se registraran 71 levantamientos armados. De aquél estado de cosas se comenzó a salir el 30 de julio de 1916en que se celebraron las elecciones para una Convención Nacional Constituyente con voto universal masculino y secreto, la cual aprobó un proyecto  el 15 de octubre de 1917, ratificado plebiscitariamente el 25 de noviembre de 1917. Con la entrada en vigencia de dicha Constitución el 1 de marzo de 1919 comenzaba a morir la democracia oligárquica y a nacer la democracia poliárquica, este proceso se consolidó con la sanción dela Ley de Registro Cívico Nacional Nº: 7.690 de 9/01/1924; Ley de Elecciones Nº:7.812 de 16/01/1925 y Ley Complementaria de Elecciones Nº:7.912 de 22/10/1925. Los golpes de estado de 31 de marzo de 1933 y de 21 de febrero de 1942 alteraron por la fuerza el orden constitucional preexistente, pero no  afectaron la poliarquía dado que en ambos casos prontamente se encausó la institucionalidad al consultarse al Cuerpo Electoral. La democracia poliárquica funcionó hasta el 27 de junio de 1973 en que fue discontinuada por un golpe de estado cívico militar, pero supo resurgir un 1 de marzo de 1985 ininterrumpidamente hasta el día de hoy.

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