Continuando con nuestras columnas sobre educación, en esta ocasión abordaremos otro de los ejes que habíamos señalado como fundamentales: el apostar a la formación permanente de los educadores bajo una perspectiva que supere la crisis histórica de la separación entre lo pedagógico y el campo de la investigación.
A ochenta años de la creación por ley de nuestra Educación Secundaria (anteriormente, denominada Enseñanza Secundaria), es importante señalar algunos lineamientos históricos que nos permitan ir vislumbrando parte del problema de la formación y tarea docente para este nivel educativo.
No será hasta el año 1935 -en plena dictadura de Terra- con la creación del Consejo de Educación Secundaria por ley del día 11 de diciembre, que se dé la separación de este nivel educativo de la órbita de la Universidad, lo cual trajo consigo una intensa polémica y supuso un mojón central en la historia de Secundaria, representando la efectiva desvinculación de la Enseñanza Media de la órbita universitaria, asunto frente al cual Carlos Vaz Ferreira – quien desde hacía décadas era una presencia central en la vida intelectual y educativa del país, siendo por ese entonces el rector de la Universidad – se opuso fuertemente, en tanto consideraba que afectaría a la formación de los futuros docentes, al atarlos meramente a las demandas sociales más inmediatas que recaían en el sistema de educación media, y temiendo que los objetivos de ese nivel educativo se vieran trastocados y dejaran de ser los de formar para la cultura universitaria y el saber por el saber, para terminar atados a los vaivenes del campo laboral y la vacía acreditación de competencias básicas y de bajo nivel cultural.
Ciertamente, el trajinar de la historia educativa del país le dará ampliamente la razón a Vaz Ferreira. Y la masificación del sistema –tan deseable, tan valiosa, tan justa socialmente, como nefasta para un sistema que nunca pudo adaptarse adecuadamente a las nuevas realidades que le fue tocando vivir- tuvo mucho que ver en ese derrotero que Vaz Ferreira visualizó con tanta precisión y anticipación histórica. Ya el primer Consejo Nacional de Enseñanza Secundaria, que tuvo como su primer Director a Eduardo de Salterain Herrera, debió enfrentar tareas relacionadas con un acentuado crecimiento y expansión del sistema, incluyendo diversas realidades socio-económicas, asunto para lo cual el sistema no estaba preparado y que nos lleva a otro momento crucial en la historia de la enseñanza secundaria y de la formación docente para ese nivel educativo: la creación del Instituto de Profesores Artigas. En julio de 1949 se crea por ley el instituto de Profesores -y por un artículo de otra ley de agosto de 1950 se le denomina “Artigas” (al cumplirse en ese año el centenario de la muerte del prócer)- y en 1951 comienza a funcionar el IPA, bajo la dirección de Antonio Grompone, su mentor intelectual.
Y aquí paramos, en este punto de la historia de la educación uruguaya, para centrarnos directamente en la dupla Vaz Ferreira-Grompone, en sus dos visiones sobre la educación –y la formación docente en particular-, que preceden y determinan, en buena medida, la creación del IPA por un lado y la creación de la Facultad de Humanidades y Ciencias por el otro, punto clave respecto del “divorcio” entre la formación pedagógica y la formación en el campo de la investigación, cuyas secuelas nos siguen afectando hasta el día de hoy, tanto en lo que compete a cómo se forman nuestros docentes como al devenir de la calidad de nuestras instituciones educativas.
El punto relevante de esta cuestión es que mientras Vaz Ferreira apunta a un docente poseedor de una vasta cultura general, portador de un “espíritu libre” e independiente, de un saber desinteresado por oposición a un saber utilitario, en Grompone tenemos una mirada que apunta más a un docente que se profesionalice en su actuación pedagógica en la emergente y compleja realidad social del contexto inmediato y en sus particulares actores involucrados, tomando en cuenta el específico nivel educativo donde va a desarrollar su tarea, o sea, contemplando, entre otros asuntos, las consecuencias de la masificación del ingreso de estudiantes a la enseñanza media, sus intereses en relación a las expectativas de los diversos estratos sociales, buscando un profesional de la educación que atienda a esas particulares características del sistema medio, el cual rápidamente se iba ensanchando.
Y digamos que estas dos visiones, que son posibles de señalar una como “idealista” -en el sentido vazferreireano de la búsqueda de ese espíritu desinteresado, de infundir una cultura amplia, de la construcción autónoma de la conciencia individual como materia intelectual y ética necesaria para formarse, alejado de la mera fiscalización del saber y más allá de las instituciones educativas y sus necesidades emergentes- y otra como “práctica” -en el sentido que Grompone le da a la tarea de responder a las necesidades sociales que para la enseñanza secundaria marcaba la época, haciendo imprescindible una particular institucionalización de la formación docente para ese nivel, buscando profesionalizarla en miras de responder a la nueva diversidad que se le presentaba y a los nuevos objetivos, que ya no podían pasar por el de ser meramente una enseñanza de estudios preparatorios para el ingreso a la universidad o para formar una aristocracia cultural- es que se proyectarán dos miradas que aparecen tan vigentes hoy en día -y más preocupantemente presentes en su separación a la hora de las prácticas institucionales que conforman nuestro sistema educativo- como en esos años 40’ y 50’ del siglo pasado.
Las perspectivas de Vaz Ferreira y Grompone sobre el sentido de la educación media y la formación docente, no hacen más que explicitar –y finalmente institucionalizar- un problema heredado desde nuestra conformación como nación y que resultó acuciante en determinado momento de nuestra historia educativa.
La separación de la Enseñanza Secundaria de la Universidad -resuelta en un contexto de crisis institucional del país, sin un debido debate e impulsando en buena medida un divorcio entre un perfil docente apuntando a las necesidades sociales y prácticas del contexto del alumnado de secundaria y otro perfil apuntando a la libre formación e investigación universitaria- terminó a la larga afectando a ambos niveles (secundaria y universidad) y es un problema fuertemente presente, de delicado costo intelectual y cultural para el país, que ha generado un prolongado divorcio entre docencia e investigación, punto clave para comprender algunos de los actuales problemas que presenta la efectiva práctica docente en la educación media.
Así, es prioritario trabajar sobre la idea de complementariedad, punto central para comprender y eventualmente encaminar la resolución de ese viejo problema, de ese “tajo” educativo y cultural que se terminó construyendo y que se fue acentuando con el correr de los años en las prácticas institucionales enraizadas a nivel educativo.
Grompone y Vaz Ferreira son necesariamente complementarios y no opuestos. El sistema educativo nacional necesita una reestructuración que contemple la posibilidad de inyectar de mayor “espíritu universitario” a la formación docente para secundaria y, claro, una Universidad que a su vez involucre marcadamente el “espíritu” de vínculo con el contexto social de su alumnado, abandonado su habitual torremarfilismo.
Se deben generar y apoyar proyectos educativos que atiendan el desarrollo de tareas de investigación tanto en el cuerpo docente como en el alumnado, que recojan las diferentes aristas temáticas que hacen a la reflexión respecto del campo educativo en su vínculo con la sociedad y viceversa, contextualizando –a su vez- el abordaje teórico en la experiencia inmediata, en el entorno vital, del docente/alumno.
El educador como intelectual transformador -vinculando su práctica con la investigación, impulsando y fortaleciendo su formación permanente- no debe ser visto como una utopía o un lugar común de las habituales buenas intenciones teóricas, sino como una necesidad vital para el mejoramiento de nuestro sistema educativo, o sea, de nuestra sociedad en su conjunto. Las políticas educativas deben apuntar fuertemente en tal sentido.
Recuperarnos del histórico “divorcio” entre Vaz Ferreira y Grompone es uno de los principales desafíos que nuestra comunidad debe atender en relación al campo educativo.
FOTOGRAFÍA: FEDERICO MENESES
Accedí a una publicación de altísimo nivel conceptual, trasmitiendo contenidos profundos, objetivos y enmarcados en un lapso de tiempofermental y de logros que se fueron plasmando, concatenados en el tiempo y armoniosamente resueltos, sin que esa concreción y acuerdo en los procesos (Vaz Ferreira y Grompone) supongan que todo está resuelto, porque el vertiginoso devenir, hace que sea un asunto pendiente y en espera de mejores alternativas, que las hay y se manejan.
Gracias por poder acceder!!!!!!
Excelente artículo, entiendo que esto fue lo que quiso hacer el Profesor Rama al integrar trabajos de investigación en la Educación Secundaria. Sin embargo el gremio lo ahogó y destruyó ese intento. Cuáles son las posibilidades de actuar en educación desde lo técnico y separándose de lo corporativo. Esa sería mi poregunta inicial.