Voto obligatorio o voluntario

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Las recientes elecciones de los tres Directores sociales del Banco de Previsión Social que se llevaron a cabo, como lo ordena la ley, con voto obligatorio, ha replanteado el tema de la obligatoriedad del voto. El voto obligatorio en instancias electorales previstas por la Constitución está establecido desde la Carta de 1934, pero recién se establecieron sanciones para los incumplidores por medio de la ley Nº:13.882 de 18/09/1970 y rigió por vez primera en las elecciones de noviembre de 1971. Durante la dictadura y previo a las elecciones de noviembre de 1984, el Consejo de Estado aprobó la ley Nº:15.655 de 25/10/1984, la cual simplificó los controles y atemperó las sanciones con criterio razonable. Pero restablecida la democracia se sanciona la ley Nº:16.017 de 20/01/1989 que reimplantó íntegramente los obsoletos controles y las draconianas sanciones de la primigenia ley de 1970.

Es conocida mi postura contraria a la obligatoriedad del voto, a mi juicio, en una democracia liberal el voto debe ser libre, secreto y voluntario. Para fundar la misma voy a citar la ilustre opinión de tres destacados pensadores liberales. John Stuart Mill en su estupenda obra titulada: Sobre la Libertad, publicada en 1859, expresa: “Que la única finalidad por la cual el poder pude, con pleno derecho, ser ejercido sobre un miembro de una comunidad civilizada contra su voluntad, es evitar que perjudique a los demás. Su propio bien, físico o moral, no es justificación suficiente. Nadie puede ser obligado justificadamente a realizar o no realizar determinados actos, porque eso fuera mejor para él, porque le haría feliz, porque, en opinión de los demás, hacerlo sería más acertado o más justo. Estas son buenas razones para discutir, razonar y persuadirle, pero no para obligarle o causarle algún perjuicio si obra de manera diferente. Para justificar esto sería preciso pensar que la conducta de la que se trata de disuadirle producía un perjuicio a algún otro. La única parte de la conducta de cada uno por la que él es responsable ante la sociedad es la que se refiere a los demás. En la parte que le concierne meramente a él, su independencia es de derecho absoluta”. Friedrich Hayek en su monumental obra: Camino de servidumbre, publicado en 1944, expresa “ La única atmósfera en la que el sentido moral se desarrolla y los valores morales se renuevan a diario en la libre decisión del individuo es la libertad para ordenar nuestra propia conducta en aquella esfera en la que las circunstancias materiales nos fuerzan a elegir y de responsabilidad para la disposición de nuestra vida de acuerdo con nuestra propia conciencia.

La responsabilidad no ante un superior, sino frente a la conciencia propia, el reconocimiento de un deber no exigido por coacción, la necesidad de decidir cuáles, entre las cosas que uno valora, han de sacrificarse a otras y el aceptar las consecuencias de la decisión propia son la verdadera esencia de toda moral que merezca ese nombre”. Más concretamente sobre el tema Arthur Seldon en su ensayo: Capitalismo, escrito en 1990, afirma: “Y, con todo es perfectamente comprensible la conducta de quienes no quieren perder tiempo, trabajo y dinero para emitir un voto que tendrá una repercusión infinitesimal en los resultados de los candidatos electos y en las medidas políticas y los principios para la que se ha constituido la vasta maquinaria electoral”. Sin bien el legislador no puede derogar una disposición constitucional, sí pude reducir las sanciones y modernizar los mecanismos de contralor para no agobiar a los  ciudadanos con cargas injustificadas, y  su vez, por no estar forzado por norma constitucional alguna, derogar la obligatoriedad del voto en las elecciones de la Universidad de la República, de Directores sociales del Banco de Previsión Social y de representantes docentes en los órganos de la Administración Nacional de Educación Pública. Todo ello fue planteado por el entonces Senador Pablo Mieres en la pasada legislatura y recientemente por el Diputado Cr Iván Posadas, ambos pertenecientes al Partido Independiente. Para quienes somos liberales, la libertad es la ausencia de coacción arbitraria y la obligatoriedad del voto, con sus consecuencias para los incumplidores, es una coacción arbitraria e injustificada que no condice con una sociedad de hombres libres.

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