Volodímir Oleksándrovich Zelenski, es un licenciado en derecho,
actor, comediante, guionista, productor, director y político ucraniano del
Partido “SERVIDOR DEL PUEBLO”, que ejerce desde el 20 de mayo de
2019 es el sexto presidente de Ucrania, dijo: “NO SOY POLITICO. SOLO
SOY UNA PERSONA QUE HA VENIDO A ROMPER EL SISTEMA”. “NO
QUIERO MI FOTO EN SUS OFICINAS: EL PRESIDENTE NO ES UN ÍCONO, UN
ÍDOLO O UN RETRATO. EN SU LUGA, CUELGUEN LAS FOTOS DE SUS HIJOS
Y MÍRENLAS CADA VEZ QUE TOMEN UNA DECISIÓN”. Zelenski es el primer
presidente ucranio que en su juventud no perteneció al Komsomol, la
juventud comunista de la antigua URSS; es el prototipo de político
moderno, Hizo su campaña en redes sociales y en YouTube. Cuando los
medios tradicionales le reclamaron su presencia dijo que no quería ir a
programas de televisión en los que “gente del antiguo poder” hacía
relaciones públicas. Se equivocó Bolsonaro, y tantos otros, que dijeron
que los ucranios están en problemas porque eligieron como presidente a
un cómico; antes tuvieron delincuentes que hicieron del poder su feudo.
La biografía de Putin, en cambio, debe entenderse en el contexto de
la historia y la cultura rusa, un país caucásico que nunca fue europeo, ni
democrático. Putin sintió la disolución de la Unión Soviética como una
humillación, no porque sea comunista, sino porque es un ruso
imperialista. Desde el inicio de su gobierno fortaleció un brutal capitalismo
de ex camaradas, continuadores de la esclavitud stalinista, en el que los
obreros están más explotados que en Occidente, sobre cuyo sacrificio, un
grupo de secuaces del tirano se han hecho multimillonarios sin mayor
esfuerzo que integrar el concierto mafioso. Su crueldad resulta de querer
desquitarse de sus padecimientos infantiles. La mayoría de los “mesías”
extremos, vivieron vidas desventuradas que no pudieron procesar.
Mentalmente Putin es un ser del interior de Rusia. Ignora cómo funciona
el mundo contemporáneo y no le importa. Sus héroes son Iván el Terrible
y Stalin, antihéroes que expandieron Rusia con guerras salvajes y procesos
de limpieza étnica. Un estudio de sus circunstancias determina que Putin
no bombardearía escuelas, no pondría en peligro la vida de millones de
personas, incluidos los propios rusos, atacando la planta nuclear de
Zaporiyia si no hubiera vivido una infancia desventurada, con padres
biológicos que le abandonaron, sufriendo bullying permanentemente por
su pequeña estatura, intentando una carrera militar para la que tenía
serios obstáculos. Una vida desarrollada en las oscuras guaridas del
espionaje, en medio de conspiraciones, misiones de terror y muerte, para
las que debió prepararse como una fría máquina carente de sentimientos,
que asume como debilidades humanas. Eso le permitió llegar al poder
manipulando la segunda guerra de Chechenia. Los rusos, mientras
encabezaron su proyecto imperial marxista, invirtieron dinero
fomentando la revolución en el mundo, financiando el experimento
comunista en Cuba, difuminado por esta parte del planeta por otro
sátrapa inhumano, Castro. Su planificado programa productivo industrial
quebró. Ya no le regalan nada a sus dictadores post democráticos esbirros,
ni son solidarios con nadie. En Venezuela, Nicaragua y Argentina, invierten
estratégicamente pensando en ampliar su poder, a ruego de destructores
seriales de sus pueblos. Putin viene preparando su expansión a toda costa
desde el 2008 cuando invadió Georgia, para “liberar” dos regiones
habitadas por rusos, Abjasia y Osetia del Sur, a las que concedió
independencia formal para anexarlas. En 2014 hizo lo mismo con Crimea,
que de Ucrania pasó a formar parte de la Federación Rusa. Su lógica
absurda para disfrazar su vocación expansionista sin límites es apelar a
que hay rusos en esas regiones y tiene obligación de defenderlos. Cuando
ocupa, coloca en el poder a viejos tiranos que dependen de Putin para
sostener sus dictaduras. Putin estuvo toda la vida afiliado al Partido
Comunista, no es creyente, pero decidió fortalecer a la Iglesia Ortodoxa
Rusa como instrumente de poder. Jorge Bergoglio recibió tres veces a
Putin. En 2016 viajó a La Habana para ayudarlo firmando un documento
de colaboración con el patriarca ruso Kirill. La acción de Bergoglio produjo
una fuerte reacción en Ucrania donde el 42% de los habitantes son
ortodoxos del patriarcado de Kiev, que en 2018 se separó de la Iglesia
Rusa y fue reconocido por el Patriarca Ecuménico de Constantinopla.
Ahora defiende activamente la independencia de su país. El argumento de
que donde hay compatriotas el pueblo originario puede ocuparlo
habilitaría a volver a la Rusia zarista, ocupando gran parte de Europa.
500.000 uruguayos andan por el mundo, y nuestros presidentes, aun los
que quisieron imponernos por las armas un sistema totalitario, han
reprimido exitosamente esa tentación expansionista. El otro argumento
reiterativo de Putin, desnazificar a Ucrania, expone su guerra mediática
mentirosa extrema. Ucrania es el único país, además de Israel, que tiene
un Presidente electo por el 75% de votos que es judío, al igual que su
primer ministro Denys Shmyhal, y cuando el Presidente anunció su
candidatura, Valériyovich Komoiski, dueño del canal en que trabajaba,
estaba exiliado en Israel perseguido por los verdadero antisemitas del
anterior presidente pro Moscú.
La guerra invasiva insensata y cruel es, casualmente, funcional al
reseteo distributivo, licuador y empobrecedor neomarxista. Hay que estar
completamente loco para iniciar una invasión y una guerra, nuclear o no,
cualquiera fuera su excusa, objetivo o justificativo, sin importar las
razones de todo tipo que se pudieran invocar. Lo que cobra todavía mayor
dimensión si el amo del país que la inicia dispone de un armamento
nuclear colosal, y mucho peor si restrega esa situación por la cara de la
humanidad en cuanta oportunidad se le presenta. De modo que,
independientemente de las evaluaciones, análisis, elucubraciones y
explicaciones bélicas y geopolíticas, habrá que partir por aceptar que
Putin está loco de ira, como lo estuvieron todos los dictadores invasores
de la historia. Inició una invasión, que es siempre empezar una guerra, un
crimen de lesa humanidad sin ideología ni bandera. La locura, en este
caso, no es un atenuante, sino un agravante, un arma más. Con un
agregado: también el pueblo ruso es una víctima, como lo fue en la
revolución comunista, en la segunda guerra, aunque se le pueda haber
hecho creer por un rato, con la prestidigitación marxista de Lenin y el
nacionalismo, que semejante paso lo daba en nombre del pueblo
oprimido y de la Madre Patria, como hacía creer Stalin en 1943, cuya otra
locura llevó a la muerte a varios millones de civiles. Suele molestar la
comparación con Hitler, porque además de su insania, el austríaco era
dueño de una psicopatía de odio racial que culminó con el mayor crimen
contra la humanidad de la historia, pero no se puede omitir la referencia
cuando se sopesa la respuesta a la ilimitada y aún no del todo desplegada
perversión a que se enfrenta el mundo ante la insanía de Putin. En este
siglo, más que nunca, toda guerra es mundial.
Al lado del loco con bombas nucleares, están los locos de la inflación
masiva de destructivo efecto mundial. Lo único que le interesó al
Presidente Biden en su disertación ante el Congreso de EEUU, su proyecto
para el estado de la Unión, su discurso-confesión, es aumentar el gasto y
el déficit, devaluar la moneda, aumentar la inflación amparado en la
impunidad del poder, y en todos los casos, perpetuar la licuación del
creciente déficit americano, con aumentos de materias primas, sueldos y
trabas costosas al transporte, y con un delirante apoyo a la presión
sindical, garantía de fracaso. El resumen del aplaudido discurso socialista
es: “Compre americano”, “vivir con lo nuestro”, persecución a las
empresas que “se abusan del consumidor americano subiendo los
precios”, aumentar sideralmente la obra pública; y ahora, subsidiar a
Europa en pago por recibir a los millones de refugiados ucranios. El efecto
de esa suma de acciones es muy conocido por quienes NO PODEMOS CON
LA INFLACIÓN AL NO PODER CONTENER EL GASTO PUBLICO. Ambos planes
son locuras. En sentido médico o metafóricamente. Tal vez sea eso más
generoso y bondadoso que calificar a Biden, Yellen, Pelosi, Harris,
Powell, y otros amanuenses, de ignorantes por formación y por decisión
deliberada. Recién están empezando, y llevan 14% en 13 meses.
Estamos todos licuados, empobrecidos y reseteados, POR QUIENES
ASUMEN SUS CIRCUNTANCIAS DESQUICIADAMENTE. La indignación con la
guerra, junto con el miedo, el odio, la envidia y el patriotismo, son las
herramientas de manipulación que muchas veces usan los tiranos locos y
los socialistas enloquecidos, que atentan contra la libertad económica,
productiva y comercial, ofreciendo mentirosas alternativas para que los
pueblos no piensen, mientras sufren las circunstancias de sus actos.
Para José Ortega y Gasset el análisis del existir humano tiene como
interpretación histórica la vida ligada a “un modo de pensar”: sus
circunstancias. Momentos en que el ser se manifiesta como humano o
inhumano. LAS CIRCUNSTANCIAS DE LA PULSIÓN TOTALITARIA, QUEDAN
EXPUESTAS: POR SUS HORRORES PAGARÁN OTROS CIRCUNSTANCIAS
ACIAGAS.