Por: Raúl Blanco
Se movió el tablero de ajedrez, y las piezas blancas hicieron enroques para rodear al rey.
Los alfiles blindan y refuerzan la defensa.
Las torres y caballos se transforman en más alfiles.
Los peones son un escudo vulnerable a ser sacrificados en aras de proteger al rey.
¿Quiénes son los alfiles?
Están a la vista y son cada vez más, y mueven en todas las direcciones para cubrir todo el tablero.
Nadie escapa a su control y dominio.
¿Quiénes son los peones?
También están a la vista, y otrora supieron ser buenos alfiles de otros reyes.
Así es el ajedrez, un juego de estrategia, control, y pensar varias jugadas por adelantado.
La política es un juego de ajedrez.
Hay un partido político, otrora formado por dos bloques fuertes, que se fue moviendo internamente, y sigue aún moviéndose.
Un bloque se afirma y crece, a costa de la fragmentación del otro.
Y éste último se debilita y se divide más y más.
Pero los dos bloques no perciben, o no saben como evitarlo, van achicandose como conjunto.
Y ahora ya no son dos, sino tres bloques, y la torta es la misma.
Surgen nuevos liderazgos, y se eclipsan o desaparecen otros.
Las bases ideológicas ya no se mantienen en buenas proporciones, y la hegemonía de unos sobre otros se hace cada vez más notoria.
Los egos juegan su papel, en una política cada vez más personalista y menos ideológica.
Herrera goza de buena salud y ya cada vez menos gente le escribe a Wilson.