YO, TU, EL, NOSOTROS, REPARAREMOS CON JUSTICIA, ¡¡ELLOS NO!!

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La historia sigue revoloteando alrededor de todos nosotros, en una búsqueda incansable de acuerdos, reconocimientos, arrepentimientos y también reparaciones morales y económicas, a aquella parte de nuestra sociedad afectada por hechos gravísimos que incluyeron vidas inocentes.

¿Quién es esa parte de la sociedad que no ha recibido aún ese conjunto de medidas reparatorias, reconocimientos morales y económicos que harían justicia histórica?

Pues bien, hay un conjunto de familiares de policías, militares, personas civiles que han sido sacudidas por acontecimientos de la violencia armada de grupos ideológicos, que hace más de cincuenta años intentaron tomar el poder por medios ilegales.

Algunos cayeron en enfrentamientos, aunque verdaderamente, la mayoría fue asesinada por la espalda, sin poder ejercer su defensa, producto de emboscadas y atentados planificados con esos propósitos.

Otros, ajenos e inocentes a la contienda, perdieron su vida por estar en el lugar y momento equivocado, siendo víctimas de los llamados efectos colaterales, porque hubo un tiroteo, alguien explotó una bomba, tragedias inconmensurables.

76 fueron las víctimas del terrorismo de izquierda, y el número no dice el dolor y la ignominia sufrida por 50 años.

Algunos nombres poco escuchados y nunca homenajeados, son por ejemplo, Vicente Orosa, gallego de La Coruña, que murió ejecutado por un sedicioso, por pararle a un vecino fuera de la parada, Hilaria Quirino, una madre soltera que se desempeñaba como cuidadora del Club de Bowling de Carrasco, fue herida de gravedad y nunca logró recuperarse de aquel trágico e injusto episodio que la marcó a fuego hasta el final de sus días.

Ni ella ni sus cinco hijos, recibieron justicia. Solo dos pues alcanza para recordar la tragedia.

Ya lo hemos explicitado en otras notas, nos negamos a admitir, como muchos quieren hacer para edulcorar o empatar el relato que los deja un poco mejor, que haya existido un terrorismo de estado.

Lo que hubo fue defensa del Estado, de la patria, contra el ataque de estos infames guerrilleros comunistas.

Para ello, deberíamos pensar, que el estado deliberadamente y hasta en forma planificada y metódica, instaló una política en ese sentido u organizó la necesaria represión y respuesta a la lucha armada, apelando a métodos terroristas.

Eso es una falsedad, propia de un relato establecido por las fuerzas, si terroristas, que han querido transformar la legítima y necesaria respuesta del estado de derecho, a la agresión armada, para tomar el poder, para lo que contaban con el apoyo, entrenamiento y financiación de potencias extranjeras, léase URSS via Cuba.

La violencia instalada por estos grupos armados obligó a las autoridades legítimas a usar los medios necesarios para dar batalla, en una guerra irregular a la cual ningún policía o militar pidió para participar o tuvo responsabilidad en su origen.

Combatir grupos clandestinos, no identificados, sin uniforme, organizados en células compartimentadas, cambia radicalmente el tipo de guerra, las estrategias de combate, instalando modalidades propias de una guerra no convencional.

Las FFAA dieron fiel cumplimiento a la orden recibida de combatir a este artero enemigo, juzgando y condenando posteriormente, a los responsables detenidos, aplicando lo que la justicia determinó como penas a los delitos tipificados.

El parlamento en su vuelta a la normalidad institucional determinó una amplia amnistía sobre los delitos, pero también se generaron reparaciones en carreras de algunos funcionarios, así como compensaciones de orden económico, que debimos asumir todos los uruguayos en un aproximado de más de los 400 millones de dólares.

Nadie era una víctima inocente que no sabía a qué se exponía y las consecuencias que podía tener su detención.

Por eso, es incomprensible que el Estado, que somos todos los contribuyentes, tengamos que mantener compensaciones económicas a favor de quienes usaron medios violentos para derrocar un gobierno, asesinando, secuestrando y robando para cumplir sus nefastos propósitos y objetivos.

¿Y que aconteció con las fuerzas del orden llamadas a combatir estos grupos terroristas, cuál fue su suerte y la de sus familias?

Olvido, desprecio, llorar en silencio ante la incomprensión de muchos, sobrellevar la pérdida del sustento familiar, sin que nadie se preocupara por su suerte.

En pocas palabras un Estado ausente en sus deberes básicos con quienes se sirvió para defender y preservar sus instituciones.

Una canallada que nunca se podrá valorar en toda su dimensión, sin entrar a considerar a quienes, además, han sido detenidos en los últimos años violando toda norma jurídica, sin respetar principios elementales del derecho, con rehenes injustificados de una justicia que perdió su rumbo y razón de existir.

Recién ahora, el 13 de diciembre pasado, el Senador Guillermo Domenech ha presentado una minuta dirigida al Poder Ejecutivo, con el objetivo que aquel, dicte una ley que contenga las debidas reparaciones morales y económicas a ese puñado de compatriotas olvidados y sepultados en el fondo de la historia.

La Coalición Republicana, en un gesto realmente de justicia, ha entendido la pertinencia de tal propuesta apoyando en forma unánime los motivos de tal reparación, que comprende la colocación de placas de memoria en aquellos lugares donde fueron ultimadas las víctimas y su reparación económica a familiares.

Pero todo no podía ser tan positivo, ya que como se podía prever, la oposición llamada Frente Amplio, en la voz de la senadora Lilián Ketchichián, dio su posición a tal minuta a presentar al Poder Ejecutivo.

En principio manifestaron su apoyo a la propuesta, pero en seguida, vinieron los, pero, por los cuales se manifestaron que no apoyarían tal iniciativa.

Con una liviandad y poca consistencia argumental, quisieron justificar lo injustificable, diciéndonos que ya se habían hecho actos reparatorios, porque se habían colocado placas, como la que recordaba el asesinato de cuatro soldados o el nombre que llevaba la base naval del puerto de La Paloma, en el Capitán Ernesto Motto,

A éste, además, identifican como integrante del llamado Escuadrón de la Muerte y como ya se ha insinuado, parecería que su atentado y muerte no sería tan cuestionable según los iluminados dueños de la vida y la muerte.

Hoy sabemos que el escuadrón de la muerte es de muy dudosa existencia y fue seguramente un invento de Bardesio, que habría aceptado bajo apremio su existencia.

La historia cerraba para justificar lo injustificable, pero vincular al Capitán Ernesto Moto ya es disparatado. Acá los únicos descarriados, inadaptados sociales fueron los guerrilleros marxistas, los soldados cumplieron su deber.

Parecería, que ese hecho sería suficiente para no considerar algunos casos a tener en cuenta, aunque para la valoración de terroristas, no ha importado la cantidad de muertos, la gravedad de algunos hechos ni tampoco las indemnizaciones económicas que hace años reciben.

La típica lectura instalada por el Frente Amplio, de valorar algunos muertos o víctimas con más categoría y consideraciones que otros, en un claro apartheid ideológico del más puro cuño fascista, que es lo que terminan siendo.

No deberíamos esperar otra cosa, de esa fuerza política que ha justificado, cobijado, protegido, defendido a todos los integrantes del movimiento sedicioso que operó en nuestro país, camuflado bajo la machacona y repetida consigna de llamarlos “presos políticos”.

En dicha categoría han colocado, asesinos múltiples, secuestradores, ladrones de cifras millonarias, falsificadoras de documentos, como podemos ver en videos de youtube a las hermanas Topolansky, hoy que tanto escándalo provoca el asunto, en una clara apología del delito, ya que hasta se jactan de lo muy bueno de su trabajo de engaño y falsificación.

¿Alguien se atreve a contradecir lo que aquí exponemos?

Pero, además, se le han votado compensaciones millonarias en dinero, que pagamos todos los ciudadanos, hoy ya más de cuatrocientos millones de dólares. Se ha homenajeado a los terroristas poniendo sus nombres en calles, plazas, haciendo actos de colocación de placas en cuanto lugar se les ha ocurrido.

A este bochorno de la historia reciente, la Senadora Kechichián, quiere justificar, para no acompañar la iniciativa de reparación, diciéndonos que como se colocaron un par de placas por ahí ya alcanza, además de ser una afrenta para tantas otras víctimas, que no han recibido nada aún.

Un certero dato, nos debe cuestionar aún más, cuando la mayoría de las víctimas de los actos llevados a cabo por terroristas, comprendían a las personas más humildes de nuestra escala social, los más frágiles y desamparados y por ende sus familias, de tantos integrantes de fuerzas policiales y militares.

Sin dejar de reconocer otros casos como choferes de ómnibus, el emblemático Pascasio Báez, la limpiadora del Bowling de Carrasco o el Sr. Burgueño sorprendido en la Ciudad de Pando en ocasión del nacimiento de su hijo, a quién vemos en la actualidad, batallando a diario buscando que florezca la verdad histórica de estos hechos.

Todas estas personas, han recibido un cachetazo, una y otra vez, por una sociedad ingrata y altamente influenciada por un relato mentiroso sobre los hechos históricos acontecidos.

Han debido sobrevivir en un ostracismo provocado por los cultores del odio y la división, en un olvido planificado, artificialmente generado, por el cual generaciones enteras han sido engañadas y adoctrinadas haciéndoles creer que el mal es el bien.

En un tardío acto de reparación, en un acto de estricta justicia, es de esperar que el Poder Ejecutivo esté a la altura de las circunstancias, teniendo la oportunidad de nivelar esa balanza, representativa de la justicia, que la semana anterior decíamos que está adulterada.

Solo como un ejemplo representativo de lo que significa esta justiciera reparación, traigo como muestra, lo que un grupo de veteranos soldados, en un claro espíritu de camaradería y más que nada de valiente entrega y solidaridad hizo para ayudar al hijo del Soldado Gaudencio Núñez uno de los cuatro soldados acribillados el 18 de Mayo de 1972 por un comando integrado por ocho guerrilleros, entre los cuales aún sobreviven tres y uno incluso, Carlos Liscano, se anima a escribir un libro donde se muestra arrepentido de su juvenil desvarío.

Eulalio Núñez que así se llama, estaba viviendo en plena indigencia en Artigas, de una familia humilde y con el estigma de su padre asesinado y sin compensaciones, gracias a un grupo de veteranos, con un esfuerzo titánico a puro pulmón, consiguió mediante donaciones y colaboraciones, construirle una casa digna para que viviera el hijo de ese mártir asesinado.

Hasta dónde llega la omisión, la perversidad con la que nos hemos comportado con nuestros más humildes servidores, que dieron su vida para que nuestra Nación permaneciera libre e independiente.

Bienvenida esta iniciativa, en manos ahora del Poder Ejecutivo, sabiendo que YO, TU, EL, NOSOTROS, REPARAREMOS CON JUSTICIA, ¡ELLOS NO!

2 COMENTARIOS

  1. Donde están?…donde están los que iniciaron la guerrilla,donde están los asesinos que se escudaban en grupos de jóvenes estudiantes para usarlos como carne de cañón?…pregúntenle al PP guerrillero antes de que muera y se lleve todo lo que sabe y todo lo que miente!!
    Un abrazo apretado D.G y gracias por esta nutrida nota semanal.

    • Muchas gracias Claudia. Como pasa hace muchos años, nadie interroga sobre los crímenes de los terroristas,nadie se ocupó de los familiares de las victimas y recién ahora se busca compensar moralmente y económicamente. Cordial saludo!

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