Ultimo día de este año 2023, a las doce de la noche estaremos recibiendo el año 2024, sobre el que, depositaremos sueños, expectativas, esperanzas personales, familiares y del país, ya que nos aguardan instancias electorales trascendentes.
Ya, viviendo aspectos de la campaña en ese sentido, los actores políticos han ido definiendo sus precandidaturas, las primeras propuestas comienzan a circular sobre diferentes asuntos, en los que la seguridad, parece que se robará la atención.
Porque es muy obvio, que una de las primeras necesidades que todos deseamos tener solucionada, refiere a la seguridad, la que involucra, la personal, la de nuestra familia, bienes, donde vivimos, trabajamos y de la comunidad toda.
Y es por todos conocido, que la misma se ha ido deteriorando en forma sustancial desde hace varias décadas, en una caída que nadie logra ponerle fin.
Diferentes enfoques, propuestas, análisis, diagnósticos, inundan programas periodísticos, debates, expertos de diferentes áreas creen tener la solución, pero lo concreto para la población en general, es que el tema, sigue en la preocupación general del ciudadano.
Se le podrán atribuir razones económicas al auge del delito, razones sociológicas, etc, pero me parece que hay un par de puntos que no debemos pasar por alto.
Desde hace algunas décadas, se ha ido deteriorando el principio de autoridad, ese que debería gobernar todas las instancias de nuestra vida, sabiendo, que en nuestra casa, la autoridad de los padres es esencial, en la vida educativa, laboral o de la convivencia en comunidad, siempre habrá alguien que debe ejercer la autoridad, lo contrario es la anarquía, corriente alimentada por un relativismo generalizado, que ha ganado terrenos.
Porque es la forma sana y racional de que las cosas funcionen, que no sea una anarquía donde nadie tiene potestades, ni responsabilidades sobre las cosas, y domina como principio, que cada uno es libre de hacer lo que quiere, porque la libertad sin frenos rige y se pregona.
Que por otra parte, parece no estar lejos, de lo que vemos que acontece en todos los ámbitos, en el que los padres han ido perdiendo terreno, a caballo de corrientes que sugieren no gritar, no reprimir y alentar varias conductas, que de alguna forma protegen al infractor, lo que produce tantos niños ajenos a cualquier control, condicionados a frustrarse y engrosar sesiones de sicólogos como nunca se vio.
En la educación, es muy notoria la pérdida de aquel principio, cuando las maestras son avasalladas por niños, ya mal formados desde el hogar, con esa postura de irrespetuosidad, avalada por ejemplos que todos conocemos.
A nivel laboral, comprobamos a diario, que cuestionar, desobedecer, protestar las decisiones de superiores, es moneda corriente, con un alto desarrollo, cuando las actividades, supuestamente sindicales, meten en una gran licuadora, todo tipo de asuntos, en una mezcla cuyo principal ingrediente, es protestar y cuestionar siempre la autoridad.
Que insulten a la policía, les arrojen objetos, los tomen a golpes de puño, sean intimidados con filmaciones, parece ser un espectáculo que no llama la atención, pero que si va, en la dirección que señalamos de deterioro sobre la autoridad.
Ninguna de estas cosas que comentamos, opaca u oculta, aquellas situaciones que corresponda reclamar, denunciar o lo que fuere, si son legítimos los asuntos que las motivan, pero aquí nos referimos a una clara reiteración de inconductas.
Esta suma de situaciones, son un evidente síntoma de un deterioro más profundo de la misma sociedad, en la que algunos valores, se han desvalorizado, perdido vigencia, se han ridiculizado y ya no son “políticamente correctos”, por lo que su exaltación o reivindicación nos expone a la crítica.
La delincuencia también ha variado, adoptando diferentes conductas, dentro de un amplio conglomerado, que va desde el delincuente de poca monta, digamos al que se conoce como “rastrillo”, que es un oportunista del descuido y la sorpresa, el rapiñero, que busca botines más grandes y usa cierta violencia y el vinculado al narcotráfico, que opera desde las conocidas “bocas”, hasta el que ya integra grandes e internacionales organizaciones.
Hoy además, las cárceles se suman al problema, ya que desde allí parecen dirigirse los negocios en la calle, a quien se debe intimidar, como a quien hay que dar una lección, clara y contundente, que eviten desvíos, haya intentos de invadir terrenos ajenos, o con aquellos que no paguen sus deudas en tiempo y forma, la ejecución ejemplarizante.
Un violento código mafioso, cruel y sanguinario, convive ya con nosotros, sacudiendo un día y otro, la capacidad de asombro y el horror, sobre las formas en que un sicariato cada vez más desarrollado, ejerce actos de violencia y salvajismo sin precedentes.
Barriadas enteras, deben convivir en un estado similar al “lejano oeste”, donde las balaceras, disparos perdidos, enfrentamientos entre bandas, ajustes de cuentas, se han convertido en una triste y brutal realidad que suma víctimas, algunas, ajenas a la contienda.
Va la policía, está unos días, se vuelve a una calma transitoria, para que un nuevo episodio, motive a poner todo en estado de alerta, los noticieros se ocupen y muestren la situación, se desgranen mil interpretaciones, aparezcan los estudiosos e investigadores con sus elaboradas explicaciones, en las que, por lo general, me ubico en vereda opuesta.
¿Qué hacemos entonces? Un gobierno que se defiende mostrando algunos números y estadísticas, que reflejan una baja en ciertos delitos, una oposición, que critica los mismos, reclamando sobre las cifras de homicidios que parecen no ceder.
En el medio, la sociedad en un estado de incertidumbre, temores y preguntas con dudas, sobre si alguien tiene la solución o como se frena todo este descontrol.
Si bien el gobierno ha intentado algunos cambios en el accionar policial, dando un cierto respaldo más notorio, la realidad hoy se impone, con una delincuencia desafiante, sobre todo la vinculada al gran negocio de la droga, que parece moverse como pez en el agua.
He leído las diferentes propuestas y líneas de acción, las que hasta el momento se aplicaron, sin que hayan movido la aguja sustancialmente, cuando hay asuntos que no se han modificado y son buena parte del problema.
Los asesores en esta materia, pertenecientes a Cabildo Abierto, me consta que son profesionales de larga trayectoria y excelente capacitación en el tema, difieren sustancialmente en las soluciones en aplicación, cuando tienen un enfoque del problema, que hace hincapié en otros aspectos hoy no atendidos ni tenidos en cuenta.
Revalorizar y dar prioridad a la función de las Comisarías, como el centro más próximo en cada barrio, con personal que conozca la zona, sus pobladores y problemas, parece ser algo que, desmantelado por el Frente Amplio, no se ha vuelto a considerar y tercamente se ignora.
La actitud más proactiva de la propia policía se sugiere, en lugar de una reactiva, que opera luego de ocurrido un problema, no parece ser el buen camino, a la vista de los resultados.
Equipar a las fuerzas de seguridad de visores nocturnos, mejor entrenamiento, escáneres que permitan controlar mercaderías que entren y salgan del país, radares modernos de seguimiento y detección de infractores aéreos o marítimos, en un exhaustivo control de las fronteras, parece ser algo de sentido común.
Dotar a la Fuerza Aérea y la Armada Nacional con tecnología más moderna en sus equipos, parece ser algo que no necesita explicaciones más detalladas.
El senador Manini ha propuesto una y otra vez, que sea obligatorio el trabajo de los presos de ocho horas al día, o sea lo mismo, que debe hacer un ciudadano común que goza de libertad, para sobrevivir y mantener su familia, lo que recibe rechazos incomprensibles del resto del sistema político.
Porque es evidente, que cuando todos hablan de la necesaria recuperación de los detenidos, para que cuando cumplan su condena y estén libres, acontece lo más importante, que es la reinserción en la sociedad, que evite la reincidencia del delito, hoy alarmante.
No llama la atención, que una y otra vez, propuestas presentadas por Cabildo, sean menospreciadas o archivadas, en un entorno de mediocridad y poca creatividad de otros grupos, con escasez de visiones profesionales, de largo plazo, en asuntos estratégicos para el país y a los que la soberbia política, los hace reactivos a otras iniciativas.
Haría un ejercicio, para reafirmar este razonamiento, cuando vemos que pasan los años, el problema se agrava, cada vez hay más presos, sus condiciones empeoran, aumenta la reincidencia, los delitos son más complejos y violentos, el principal problema, referido al narcotráfico, crece y gana terrenos y la justicia suma desprestigio y no credibilidad.
Imagino al espectro de la delincuencia, sentados mirando como se discute hace décadas que hacer con ellos, sin que no haya acuerdos, cada uno que llega propone algo, critica al anterior, le muestra algunas estadísticas, para que razonemos que las cosas vienen mejor, mientras tanto, esta delincuencia, percibe que sigue haciendo lo que quiere.
Un nuevo sistema penal, les otorga beneficios increíbles, cuando permite negociar, arreglar, especular, sobre las penas a recibir, en acuerdos que los ciudadanos de a pie no podemos comprender, porque la gran mayoría, esperamos, penas contundentes, que no permitan que delincuentes jóvenes, acumulen decenas de antecedentes cada vez que los detienen.
Si le preguntáramos a los delincuentes, ¿por quiénes votarían, quiénes los protegen más en sus fechorías, con quiénes se sienten más cómodos gobernando, que piensa usted que responderían?
Vimos recientemente a la diputada Betiana Díaz del frente, preocupada por el trato recibido por los reclusos, en una requisa en el penal, que costó la vida ya de cuatro personas en un incendio provocado.
Comentarios que buscan enardecer, a quienes acompañan este tipo de conductas, defienden a delincuentes y no piensan en los problemas internos de las cárceles que motivan estas conductas criminales, que nunca podrán comprender, no es casualidad que sientan debilidad y preocupación por ellos, las utopías nublan mentes y razonamientos.
Son urgentes los cambios que se deben introducir en las cárceles, cumplir horarios, trabajar obligatoriamente, no puede haber celulares, ni drogas, ni armas, debiendo sancionarse cualquier violación sobre estos asuntos.
Aplicar programas de rehabilitación a quienes estén adictos, enseñanza primaria, así como el aprendizaje de oficios, en ese intento distinto de recuperar personas, para que cuando obtengan su libertad, estén más lejos de volver al delito.
La reincidencia debe ser castigada con penas más severas, para que no seamos testigos de ver delincuentes, con diez o más antecedentes, muchas veces graves, ser detenidos nuevamente en una suerte interminable de provocar daños a la sociedad.
El terreno de la seguridad requiere firmeza, determinación, para que los resultados sean positivos, “el que las hace las paga”, o “no negocio con delincuentes”, son dos consignas utilizadas, una, por el flamante presidente argentino, como en el otro caso, el expresidente Pacheco, cuando se refería al trato con los terroristas, podrían ser tomadas como guías para entender y marcar cual es el camino a seguir.
El gobierno pretende torcer la realidad que acontece y percibe buena parte de los ciudadanos, mostrándonos algunas estadísticas, que en verdad a pocos interesan, leen o entienden, cuando hay que convivir a diario con malvivientes, que han ido llenando espacios en la ciudad, sin que nadie haga algo.
Un error de la tibieza para tomar medidas, que una mayoría reclama y espera ver, que en este tipo de asuntos, “se tome el toro por las astas” de una buena vez y no se esté pendiente de que los agentes culturales y los medios, lo muestren como un atropello, cuando en realidad, luego se mostrará como inoperancia, desidia y desprotección.
Apenas incursionamos en algunos parámetros referidos a este vasto y complejo asunto, nos queda una certeza, que puede costar cara en esta venidera contienda electoral, la seguridad, no está segura.
Daniel García
Lo que puede costar caro en este año electoral es la desunión…todos carpen du quintita…y nos olvidamos que estamos porque somos coalición.Gracias por la nota da para reflexionar.
Muchas gracias Claudia, es cierto que estamos y debemos seguir en coalición y es por eso, que deberíamos escuchar un poco más a quienes han estudiado el tema de la seguridad y se han preparado durante años. Lo que debemos evitar, es que el tema se convierta en un «Talón de Aquiles» que la oposición utilice en la campaña. Dejar flancos expuestos no nos conviene.
Cordial saludo
Brillante análisis de la anárquica situación que sufre la sociedad.
Suscribo especialmente el «relativismo» que neutralizó nuestros tradicionales valores occidentales.
Muchas gracias Edgardo por el comentario. Es un mal que aqueja a Occidente, se propaga y promueve en grandes Universidades, que es en donde se generan las ideas que permean la sociedad, los medios las hacen casi oficiales, la enseñanza tiñe cada programa y ese conjunto de operadores ha hecho su trabajo. De ahí los problemas que vivimos, pero que pocos lo ven como una gran causa, ya que todo termina en «según el cristal con que se mira».
Cordial saludo
Comparto en términos generales el diagnostico de la situacion, la propuesta también es la correcta.
La cuestión referente a las comisarias tambien es correcta, el dilema es como hacerla, hay evidencia empirica nacional que las respaldan o es más de lo mismo?
Muchas gracias estimado Washington. La evidencia es lo que ha significado las comisarías en la seguridad barrial. El conocimiento de los policías del territorio, donde y quienes son los delincuentes, la propia relación de los vecinos con quienes se genera el vínculo y la confianza. La respuesta rápida desde la misma zona, con móviles cercanos. Así funcionaron siempre las comisarías y los resultados de los delitos eran diferentes a los actuales.
Cordial saludo