Alberto Fernández y la pesadilla de nunca acabar. Por Marcelo Martín Olivera

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La convivencia en las parejas puede ser complicada y cuando no hay ni una pizca de cariño
mucho más, eso mismo pasa con Alberto y Cristina en la vecina orilla. Mientras ellos pelean
como niños y parecen vivir (no convivir) en una realidad paralela de venganzas personales y
juegos de suma cero son los ciudadanos de a pie los que pagan el pato.
Las desavenencias en el binomio de presidente y vicepresidente en la vecina orilla fueron
visibles desde el arranque, cada vez queda más claro que Alberto estuvo dispuesto a
aceptar el cargo por ego y Cristina se lo ofrece a cambio de cierta impunidad. Pero esa
sociedad cuasi perfecta se fue agrietando de a poco gracias a una necesidad constante de
demostrar poder en vez de capacidad para llevar adelante un país. El presidente argentino
se volvió el objetivo de burlas para propios y ajenos, en la red social del pájaro azul
podemos verlo con una constante catarata de memes y sobrenombres muchas veces
facilitados por su compañera en el mando. Es una constante sorna que termina licuando
una imagen que se vio dañada después de unas PASO, o elecciones de medio camino,
totalmente para el olvido. Respuestas vagas, apariciones sorpresa, chistes de mal gusto,
mensajes contradictorios y demás disparates se pueden ver cada día.
“¿Esto es real?”
La última semana no fue la excepción a la regla a los escándalos en Argentina, decidí no
escribir una columna sobre el avión irani ya que no tenía nada nuevo para agregar y al ser
un tema tan delicado tenía que quedar en manos de columnistas con más kilometraje.
El fin de semana pasado todos estábamos expectantes por el discurso de Cristina en el
aniversario del fallecimiento de Perón, todos esperábamos alguna palabra sobre los
escándalos del momento, lo que no esperábamos era una renuncia vía Twitter de un
ministro. Martín Guzmán decidió patear el tablero y Troya no podía hacer otra cosa que
arder dejando en claro que el poder de mando no se encuentra en manos de Alberto
Fernández y que su administración no tiene rumbo alguno.
Dentro de la sucesión de hechos bochornosos que van de los constantes rumores entre
Sergio Massa y Alberto Fernández hasta la llamada de Cristina para colocar a la nueva
ministra Silvina Batakis se confirma que la crisis en Argentina no es solo económica o
política, sino que también es institucional y que mientras esto pasa lo que les importa es la
colocación de nombres en los puestos del gobierno. El nombramiento a las corridas de
Batakis, sus primeras declaraciones y el disparo del dólar paralelo en la jornada del 04 de
julio dejan en claro que sus credenciales no son suficientes para intentar sacar de la
bancarrota a un país cuya gobernabilidad depende del futuro judicial de su vicepresidente y
de las guerras internas que pueda desatar para aferrarse al poder.
Argentina se encuentra en una posición crítica con una inflación que se aproxima a los 3
dígitos, con el riesgo país al alza diariamente, con las reservas del Banco Central casi
liquidadas a pesar de los ingresos por exportaciones, con una deuda exorbitante y se
estima que para el segundo semestre la deuda en pesos argentinos asciende al equivalente
a 20.000 millones de dólares según la prensa del país. Batakis carece del peso necesario y
el conocimiento técnico para ganarse la confianza de los mercados internacionales, el
precio del dólar blue mantenido por encima de los $240 argentinos así lo evidencia y la

moneda argentina en nuestro país, al menos, tiene un precio casi simbólico que va desde
los $0.19 a los $0.27 uruguayos para cada peso del vecino país.
La economía de un país no se puede manejar con incertidumbres y las relaciones
económicas de un país se basan en la confianza. Las señales tienen que ser una
combinación de política, institucionalidad y pericia económica, eso no se consigue con un
cambio de ministro, menos después de una renuncia vía redes sociales. Partamos de la
base que el gobierno no pudo coordinar una conferencia de prensa para comunicar
oficialmente el cambio y aunque es positivo que Alberto y Cristina cenaran juntos en Olivos
Argentina y el mundo (el FMI principalmente) necesitan más que eso.
Muchísimo más.

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