ASCENSORES, RAMPAS Y EL PRINCIPIO DE AUTORIDAD. Por Daniel García Castro

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Después que algún tema se instala en la discusión pública, el mismo puede llegar a ser tratado durante varios días y a veces semanas también.

El uruguayo es discutidor y como se dice vulgarmente, nos hemos convertido en especialistas en encontrar el “pelo al huevo”.

Así es que discutimos de fallos del fútbol, si el VAR estuvo bien o mal, si el juez esto o aquello, si debía entrar fulano, si el nuevo director técnico es mejor o peor, pero mientras todo esto sucede, la calidad de este deporte no parece mejorar mucho y se torna aburrido a veces observar nuestro fútbol.

Pero no hay campo que quede a resguardo del cuestionamiento del uruguayo que ha instalado la crítica como un deporte nacional.

Sin duda, que uno de los terrenos donde esto se da con mucha intensidad, es en el de la política, que nos asegura discusiones interminables, cuando tantos intereses giran en torno a ella.

En la nota anterior hacíamos hincapié por la situación en la enseñanza secundaria, con relación a este detonante del IAVA y su entorno, aprovechando a compararlo con otra experiencia en secundaria, la del Liceo Militar.

Pero entendemos que una de las cosas más preocupantes, es la degradación y debilidad que ha ido sufriendo el principio de autoridad, término que no deberíamos tenerle temor como una referencia a valorar y menos estigmatizarlo.

El mismo contiene el fundamento por el cual las cosas deben funcionar, hace referencia a quien lleva la responsabilidad en cualquier actividad.

Desde el hogar, donde este principio determina que en cualquier casa alguien ejerce ese rol de establecer hacia donde vamos, bajo que reglas o condiciones y quien ejercerá esa potestad que lo hará ser el responsable, además.

Cualquier actividad humana debe respetar este principio para que las cosas funcionen o se cumplan los objetivos.

Esto, que parece tan simple, como medianamente lógico, no funciona con esa dinámica en nuestro país, donde una cantidad de hechos son cuestionados.

Las empresas, tanto públicas como privadas, en el acierto o en el error, están tomando resoluciones en su diario quehacer, que generan cambios en el funcionamiento, en sus estrategias de venta, políticas de su personal, etc.

Es una constante ver, como hay una especie de desafío permanente a todo tipo de resoluciones, que cuestionan, introducen una visión diferente, generalmente a través de los sindicatos, que ponen en tela de juicio las nuevas directivas.

Muchas veces sin un fundamento claro, que avale las razones de tal o cual oposición, generándose ese clima de rispidez, cuando no de desconfianza entre empleados y empleadores.

Allí termina por fracturarse ese estado de colaboración y cooperación, que es lo opuesto al de confrontación, que tantas veces termina por instalar una relación tormentosa entre las partes, cuando no ha precipitado cierres o salidas de empresas del país.

Conozco casos de sindicatos que se han ido de la mesa de negociación cuando se plantea que la situación normal entre la gerencia y los sindicatos debería ser de cooperación.

Recientemente los hechos del IAVA ponen encima de la mesa y en debate todas estas cuestiones, que generan un estado de discusión casi de fantasía.

Lo que venimos destacando, o sea el principio de autoridad, cuestionado e interpelado sin que nadie repare en las consecuencias que esto trae.

Unos chiquilines, además menores de edad, han puesto en vilo a todo un departamento, en este caso Montevideo, donde se ha llegado a paralizar las clases, ya que no considero que esto afecte a lo que sucede en el resto del país.

Una desproporción inaudita, que seguramente ciudadanos de Suiza o Bélgica, no podrían comprender jamás, donde seguramente estos principios, como el de autoridad, están arraigados junto al de la responsabilidad.

Pero diría, que lo más preocupante, emerge de aquellos adultos referentes, líderes de partidos políticos, como Fernando Pereira, líderes de sindicatos, como Marcelo Abdala, líderes gremiales como Marcel Slamovitz, que con su presencia alientan y promueven esta desobediencia juvenil.

Esos jóvenes se convierten en un instante en cuasi “estrellas”, cuando todos los medios de comunicación pasan a centrar su atención en sus demandas y el tono en que las hacen, utilizando además un lenguaje alterado del español.

Las autoridades plantearon la instalación de una rampa, para permitir el acceso de personas con dificultades de desplazamiento, la que coincide con una entrada donde funciona un salón gremial, al que se le atribuye una simbología asociada a tiempos lejanos de confrontación de nuestro país, que estos jóvenes no vivieron.

La existencia de un ascensor, que lleva varios años fuera de servicio, detona la polémica, al plantearlo como alternativa que evite quitar ese famoso salón a los estudiantes.

Las autoridades entendieron que era mejor la instalación de esa rampa y en ese sentido le dieron la indicación al director del instituto que procediera en consecuencia.

Como éste se negó a dar cumplimiento a esa directiva, además de demostrar ningún apego a la escala de normas a cumplir, el sector jurídico del Codicen, recomendó aplicar a ese jerarca una sanción por no cumplir las directivas.

Ante esto, el coro de cuestionadores apareció, formado por un conjunto variado de actores, pero todos claramente identificados con una opción política.

Dirigentes del Frente Amplio, estudiantes, docentes y dirigentes gremiales, rápidamente se alinearon con las críticas a la sanción y a defender la gestión del director elogiándolo de todas maneras, repudiando y calificando a todo lo actuado por las autoridades como un abuso.

En verdad no sorprende, ya que todos los días estamos viendo y escuchando, una prédica constante a desconocer las autoridades legítimas en cualquier ámbito.

Me viene a la cabeza la defensa de la democracia que hiciera Wilson Ferreira Aldunate, al volver al país en 1984, donde dijo que los sindicatos deben estar integrados por personas trabajadoras y no por personas políticas al servicio de partidos.

Doce años de exilio le habrán servido para entender la problemática, nunca los sindicatos pueden ser coto de un solo partido y menos si es el comunista, que lamentablemente y como sabemos, prepara cuadros para esta fusión como nadie lo hace, por algo siendo una minoría hace años los dirige.

Últimamente nuestra sociedad marcha al ritmo de eslóganes repetidos como un estribillo, donde el analizar y razonar ha quedado relegado a un plano inferior.

“Reforma antipopular”, “los trabajadores pagarán”, “medidas represoras”, “decisiones verticalistas”, “falta de diálogo”, “gobierno hambreador”, “gobierno represor”, “rebaja salarial”, “a favor de la malla oro”, “medidas neoliberales”, etc.

Con cualquiera de estas consignas y muchas más, es posible construir cualquier discurso, el que tendrá asegurado su éxito, se identificarán rápidamente sus seguidores, ya que contienen el combustible necesario para encender motores, generar adhesiones y agitar esos corazones que se creen iluminados.

Podemos sobrevolar por conflictos como el del gas, el de la leche, la educación o cualquiera que asome en el horizonte, para comprobar que el principio de autoridad sufre un ataque sigiloso, pero devastador.

En esa alianza no declarada, pero formalmente instalada en la práctica, sindicatos ideologizados, cooptados y Frente Amplio, trabajan codo a codo bajo esta premisa, que ataca desde la familia, con la inundación de consignas relativas a la ideología de género, hasta lo que se pretende instalar en el ámbito privado o público sobre las responsabilidades de quien debe dirigir.

El sueño de los soviets está fuertemente presente en estas prácticas, ya que, al socavar el principio de autoridad, se lo pretende cambiar por una eventual coparticipación en las decisiones y el funcionamiento en todos los ámbitos.

Encontramos en internet:Los sóviets representaron un movimiento obrero autónomo, que se liberó de la supervisión del gobierno sobre los sindicatos de trabajadores y jugó un papel importante en la Revolución Rusa de 1905. Surgieron sóviets en todos los centros industriales de Rusia, por lo general organizando reuniones a nivel de fábrica”.

Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia, vea y considere estimado lector si identifica esto en nuestro país.

Así vimos cuando se discutió la LUC y en el caso de la educación, la pérdida de la participación de los sindicatos en las decisiones trajo como consecuencia, una catarata de mentiras sobre los destinos de la educación, buscando generar temores.

Ya lo dijimos en nota anterior, nuestra Universidad tiene instalado dentro de si misma el “Caballo de Troya” de sus males, al estar incorporado desde el año 1958 el famoso “cogobierno”, en una perversa consigna, donde se equipara al que va a estudiar y aprender, con la potestad de gobernar, además.

Somos testigos del conflicto en el IAVA por el cual estudiantes, profesores, con el “fogoneo” del Pitcnt y Frente Amplio, desconocen las resoluciones de las autoridades legítimas, un día y otro también, se busca ocupar las instalaciones en una clara violación de algo expresamente prohibido.

¿Cómo se están formando estos muchachos? Con una clara deformación de lo que significan normas, disposiciones y quienes son las autoridades legítimas, cuando, además, referentes de su formación los incitan a no acatar y sentirse dueños de un protagonismo mal entendido como fuera de lugar.

Pero no solo estos muchachos son víctimas de esta alteración en su percepción de las normas, muchos mayores en actividades laborales son contaminados por esta visión, por la cual hay personas que se sienten con derecho a reclamar cosas irracionales o les hacen creer que tienen la potestad de intervenir en las decisiones. 

Ya hemos visto estas experiencias, como han finalizado en rotundos fracasos, que luego debemos costear todos, aunque parece difícil de comprender para unos cuantos que son seducidos una y otra vez “las velas prendidas al socialismo”.

Ninguna de estas observaciones, significa que no se pueden plantear reivindicaciones, protestar ante abusos o injusticias, cuando la actividad humana está plagada de ellas.

Solamente que todo tiene un contexto, un límite y una racionalidad en cuanto a los contenidos, oportunidades y formas.

No parece que Uruguay hoy incursione por una senda de racionalidad a la luz de lo que vemos y discutimos, lo que se cuestiona y quienes son los protagonistas.

Ascensores que ni bajan ni suben, no cumplen con su función, si la autoridad no se ejerce debidamente imponiéndose ante el caos, seguramente terminemos resbalando por una rampa que nos arrojará a un triste destino.

1 COMENTARIO

  1. No desperdiciemos neuronas pensando quiénes son los culpables y vamos al grano …la mafia que mueve los hilos de todo esto es la izquierda montonrera despreciable….sin más que agregar

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