De los niños que «comían pasto» a «las muertes evitables»

Presentación: Fabricio Rodríguez González, montevideano pero carolino por adopción. Es titulado en Docencia en Educación Media en la especialidad de Historia (ANEP-CFE-CeRP/2019), actualmente está maestrando en Docencia en Educación Superior Universitaria (UNIFA). Profesionalmente ejerce su labor tanto en instituciones secundarias como terciarias de Maldonado. Además ha sido electo como Edil (s) por el período 2020-2025 en el Departamento de Maldonado.

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Por: Fabricio Rodríguez


Hay ciertos latiguillos que se van constituyendo por su incesante y constante repetición en verdades absolutas difíciles de cuestionar, confirmándose aquello de que “una mentira dicha mil veces se convierte en realidad”.

Dicho esto, el titular de la presente columna tiende a buscar la reflexión del lector, como una “máxima” del ayer se parece tanto a una “máxima” de hoy.

Entre finales del año 2001 y prácticamente gran parte del 2002, Uruguay quedará marcado a fuego por la crisis económica y social que golpeaba por efecto “contagio” con intensidad aquella excepcionalidad que todavía preservaba Uruguay en relación a nuestros vecinos, a los cuales mirábamos atemorizados desde la orilla oriental del Río de la Plata.

Según Claudio Paolillo en su obra “Con los Días Contados” (2004) nos dice que “en 248 días, la crisis, (…) descalabró al país en todos los órdenes: el gobierno del presidente Batlle estuvo a un paso de caer y, aunque pudo evitarlo, quedó enormemente debilitado”, además una economía tambaleante producto de la inflación, devaluación, consecuente con la caída del producto bruto interno, daba pie a posibles estallidos sociales en un Uruguay de desempleo y crecimiento exponencial de la pobreza.
Como dice Gustavo de Armas, “el mayor incremento de los niveles de pobreza se produjo durante el año 2002: entre el primer trimestre y el último, el porcentaje de personas pobres prácticamente se duplicó (del 16,7 al 31,2%)”. En este contexto de precariedad y debilitamiento de las instituciones se hizo famosa una noticia que se resumió en una sentencia, “Los niños que comían pasto” que mancilló al Uruguay y todavía aún persigue como puñal artero de trasnochados agoreros de la crisis.
La pobreza tuvo rostro de guri, de eso no hay la menor duda. La infantilización de la pobreza fue un hecho, donde el 46,6% de los niños entre 0 a 5 años vivía por debajo de la línea de pobreza según el Instituto Nacional de Estadística. Por tanto, la escuela y sus comedores se volvían cada vez más indispensables en ese sistema institucional y comunitario de redes de contención para paliar una crisis cada vez más dura.

Ahora bien, yendo al Diario “La República» en su suplemento “Comunidad” del 29 de Julio del 2002, donde se da la noticia, dice “en la escuela 128 del barrio Conciliación las maestras detectaron que 80 de los 851 niños que allí concurren comen pasto los fines de semana”. Una oración sentenció o materializó en el imaginario colectivo la crisis.

Sin más pruebas que la interpretación por parte de la Presidenta de la Comisión Fomento de la escuela de un malestar estomacal que provocó el vómito de un niño, la noticia comenzó a esparcirse como reguero de pólvora por los medios nacionales e internacionales. Nunca llevándose a cabo una investigación sobre lo acontecido, sin presentarse más elementos que un testimonio.

Citando la investigación del hoy Licenciado Martin Tocar, quien realizó su tesis en base al mito de los “niños que comían pasto”, dice con fundamento en profusa documentación que la noticia fue “un rumor que devino en titular de prensa, luego en móviles de televisión y finalmente en discursos políticos”. Y agrega citando a una de las secretarías de la escuela 128 de Conciliación, “Pasó en jardinera que un niño se sintió mal, se descompuso y vomitó, y es evidente que vomitó bilis. La persona que estaba ahí [la Presidenta de la Comisión Fomento] interpretó que los niños habían comido pasto. Después fue ‘miente, miente, que algo quedará’”.

Ese mantra “miente, miente, que algo quedará” fue el disparador de esta columna, porque hoy las “muertes evitables” son esa frase que utilizada en primera instancia por el Presidente Lacalle Pou para hablar de las conductas individuales que pueden poner en riesgo la salud en pandemia, y de las cuales no nos hacemos responsables. La oposición la redirecciono con frialdad cínica, con la lógica de “ese cajón, con muerto y todo, se lo encajo a Lacalle”.

Reflejo de esta lógica son las expresiones del Dr. Julio Trostchansky, quien dijo, “tenemos que hacer responsable al gobierno de las muertes… y poner a Uruguay en los ámbitos internacionales de condena a lo que este gobierno está haciendo”.

No hay más que la búsqueda de la mediatización de la pandemia, poner nuevamente al Uruguay en las noticias internacionales como criminal, no importando más que el rédito político de aquellos que de capa caída luchan por sobrevivir.

No permitamos nuevamente caer en las frases vacías de fundamento, no permitamos presentar al Uruguay y su gobierno como un régimen que está de espaldas a la ciudadanía. Levantemos una vez más las banderas de la Libertad Responsable, y sigamos asumiendo el compromiso como una sociedad madura sin tutelajes el cuidado del otro.
Bibliografía:

  • Caetano, Gerardo – Coord. (2005); “Uruguay 1985-2005: Miradas Múltiples”; Ed. Taurus.
  • Paolillo, Claudio (2004); “Con los Días Contados”; Ed. Fin de Siglo.
  • Tocar Bluth, Martin (2018); “De la noticia al mito: el caso de “los niños que comían pasto” (Proyecto). Universidad ORT Uruguay, Facultad de Comunicación y Diseño. Recuperado de https://dspace.ort.edu.uy/handle/20.500.11968/3922

1 COMENTARIO

  1. Comparto la importancia de profundizar en los hechos antes de actuar. No dejarse llevar por palabras que normalmente traen otras intenciones disfrazadas.

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