EL TERRORISMO NO TIENE JUSTIFICACIÓN. Por Marcelo Martín Olivera

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En el convulso escenario del conflicto entre Israel y Palestina, es imperativo que recordemos y afirmemos un principio fundamental: nunca, bajo ninguna circunstancia, se justifica la violencia que se cobra vidas humanas o la toma de la justicia por mano propia. La barbarie desplegada en esta región no puede encontrar justificación en ninguna causa ni bandera.

Las noticias que escuchamos sobre las víctimas, ya sean de un lado u otro del conflicto, nos conmueven profundamente. Así que es necesario hacerse un lugar dentro de tanto ruido para preguntase ¿A vos? ¿Te hubiesen matado también en el primer ataque? En un siglo tan afín a usar la palabra «empatía» de pabellón, esa es una interrogante que nos debería hace reflexionar sobre la brutalidad que ha devastado vidas, familias y comunidades en medio de este conflicto. El terrorismo, representado por Hamás, mata indiscriminadamente a personas con diferentes creencias religiosas, orientaciones sexuales, ideologías políticas y filosofías de vida.

Todo esto fue ejecutado por «fanáticos de un solo libro», al decir de Pérez Revete.

Las experiencias de este horror son múltiples.

Ateos, religiosos, mujeres, hombres, jóvenes, viejos, judíos, no judíos; nadie escapa a la mira telescópica de estos terroristas. La teocracia que lidera Hamás no busca tierra, gobierno o Estado, sino simplemente la destrucción de vidas humanas. No quieren a nadie que sea diferente a ellos, quizás por eso a algunos amantes de las dictaduras les tiembla el pulso para emitir una condena al respecto.

Venden una gran bolsa de viruta a la tribuna para ocultar que los apoyan, pero este horror no se tapa con viruta, e intentar hacerlo es despreciable.

Es fundamental que no caigamos en el falso equilibrio. La justificación del terrorismo equivale a respaldarlo, y no debemos permitir que una falsa neutralidad oculte el apoyo al antisemitismo. En estos tiempos, debemos aferrarnos a los valores fundamentales de nuestra civilización, plasmados en la Declaración de los Derechos Humanos, la Carta de las Naciones Unidas y el Derecho Internacional.

Debemos señalar el terrorismo en todas sus formas y esto no es una cuestión de política partidaria, religión o ideología. Es una cuestión de humanidad. No podemos permitir que la sangre siga derramándose en una región que ha sufrido demasiado tiempo. Es hora de poner fin al activismo selectivo y de unirnos en una condena firme contra el terrorismo, sin ambigüedades.

Dejarla «por esa», o darlo a entender, significa que puede suceder lo mismo en nuestras latitudes, y esos mismos que hoy no lo condenan pueden congraciarse con los terroristas, o peor aún, asociarse a ellos. Todo con tal de tener una excusa sobre la cual montar relatos dentro de algunos años.

La paz en Oriente Medio es esquiva, pero solo puede lograrse a través del diálogo, la negociación y el respeto mutuo. Negar, o intentar diluir, la responsabilidad de los terroristas es una forma de respaldarlos y la forma más efectiva de evitar la paz.

Justamente los que defendemos la República y la libertad de los pueblos, jamás vamos a utilizar el «Gre Gre» para decir Gregorio, no nos tiembla la voz para condenar a los terroristas.

«Con totalitarios, nada, nada, nada.»

Wilson Ferreira Aldunate.

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