Leí una nota interesante la semana pasada. En ella, los señores diputados Gustavo Zubía y Eduardo Lust manifestaron su preocupación por la situación de seguridad y propusieron que el Ejército Nacional salga a la calle a colaborar con la Policía Nacional.
No tengo preferencias político-partidarias ni tampoco estoy a favor ni en contra de la propuesta.
Solo me remito a realizar comentarios sobre los puntos que llamaron mi atención.
La inquietud de los dos señores legisladores muestra una arista que muchos reconocen en su fuero interno, pero no lo dicen en público: varias «alarmas» están encendidas en Uruguay y ellas indican el inicio del camino hacia la condición de «Estado fallido». Ellos no lo dicen a título expreso, pero despiertan una pregunta en el ciudadano común: » ¿Es necesario el uso de la fuerza legítima por parte del Estado empleando una Institución gubernamental como el Ejército Nacional para evitar que la actual situación se salga de cauce? Porque esta determinación es crítica y condiciona el asumir o no los futuros costos políticos y que no quede como chivo expiatorio el Ejército.
Zubia afirma: «En las misiones de paz el Ejército cumple misiones de policía. Y aquí, en el Marconi, donde salen con ametralladoras, quedan los casquillos tirados por el piso, a nosotros parecería que no es territorio del Uruguay».
La afirmación merece dos comentarios. En principio, un servicio policial debe asegurar el cumplimiento de las leyes, reglamentos, órdenes, resoluciones y permisos de cuya vigencia efectiva le está encomendado el contralor; y le corresponde colaborar con las autoridades judiciales. En cada zona de conflicto, Naciones Unidas distribuye personal policial para tal función en apoyo a los gobiernos locales.
El Ejército Nacional no cumple esa misión. Su tarea está orientada a mantener la paz, tarea diferente a la función policial.
El mantenimiento de la paz es una de las herramientas a disposición de las Naciones Unidas para ayudar a los países a realizar el proceso político que elimine un conflicto y se establezca la paz.
Y esa es la función del Ejército Nacional. Está allí para brindar seguridad, pero como aporte a dicho proceso para la consolidación de la paz, ayudando a los gobiernos locales a realizar la transición inicial desde una situación de conflicto a otra de paz.
Uno de los principios de acción es el no uso de la fuerza, excepto en legítima defensa y en defensa del mandato.
Lo segundo es la zona donde el Ejército Nacional cumpliría su función. Al referirse al barrio Marconi, nos viene a la mente el calificativo de «barrio de contexto crítico «, término más bien sentimental que busca no ofender ni discriminar a quiénes allí viven, pero no aporta datos para una decisión de como emplear la fuerza en tales sitios.
¿Hay allí consumo y tráfico de drogas? ¿Operan organizaciones criminales? ¿Esas zonas ya escapan al control del gobierno?
¿Hay quienes ya tienen pensado organizar «zonas liberadas», primer paso para alcanzar un «Estado fallido»?
Determinar con certeza esos puntos es esencial para definir la misión a cumplir, porque no será solo indicar cual es la forma de conducirse frente a la población, sino saber qué hacer si la situación afecta la seguridad. Pero la consideración principal es otra: la mayoría de los soldados del Ejército Nacional viven en esos barrios.
Si uno se pone en el lugar del soldado, no sé qué haría si mañana se debe reprimir a mi vecino. ¿Y qué puede pasar con la familia de ese militar?
Lust propone una función más pasiva: » La seguridad se refuerza con patrullaje. El Ejército Nacional, que no tiene competencia para arrestar, bien podría estar en una esquina una camioneta con cuatro personas conversando como pasa en Europa. Como pusieron en toda la frontera uruguaya».
¿Existe una situación de conflicto que amerite esa acción?
¿Qué ocurre si en esa esquina la situación se sale de cauce? ¿Qué hacen esos cuatro soldados? ¿Actúan de mediadores o emplean la fuerza?
La fuerza es la fuerza y una vez desatada termina afectando más al represor que al reprimido.
Y ahí se partirán las aguas de la opinión pública, quien lleva la voz cantante sobre todo en las «redes» y se producirá nuestro conocido «quiebre»: unos estarán contentos porque los militares «están en la calle» y otros estarán disgustados porque «volvieron los milicos, los ogros del pueblo». Y ese estado de ánimo será explotado de diferente forma, porque nadie quiere asumir los costos políticos del empleo de la fuerza, por un lado. Por el otro, se aprovecharán al máximo esos ánimos negativos para fisurar al gobierno y a la autoridad misma.
Esa coyuntura del empleo del Ejército Nacional en situaciones de caos no es nueva.
Ya ocurrió en la década del sesenta del siglo XX. Ante el descalabro institucional, social y político, el estamento político «impuso un estado de guerra interno», de difuso contenido y límites y el Ejército Nacional, junto a las demás fuerzas armadas, fue llamado a «salvar el país «. Y se dio una situación muy peculiar, propia de nuestra idiosincrasia, hija del debate: la mitad de los uruguayos luchaba por la democracia ante el peligro del comunismo y la otra mitad luchaba por la democracia ante el peligro del capitalismo.
La situación actual requiere otro enfoque, un consenso ciudadano para enfrentar un problema que es común a todos los uruguayos.
Y existe otro elemento a sopesar cuidadosamente: ¿Cómo emplear el Ejército Nacional?
¿Qué políticas de Estado existen para tales contingencias?
No hay duda que el poder militar está subordinado al poder político. Por consiguiente, es el estamento político, no el militar, quien debe establecer la misión y los objetivos a cumplir, con órdenes dadas por escrito y tan detalladas y precisas que definan un marco jurídico, legal, social y ético que no dejen lugar a dudas a quienes salgan a cumplir las operaciones necesarias para restablecer el orden.
La experiencia del pasado así lo indica y aconseja.
Las apreciaciones hechas por quien escribe están hechas con absoluto respeto hacia los legisladores que sobre el punto se han expresado, demás está decir.
Coronel (R) Tilio A. Coronel
CI No.2 802 628 -6.
Mas claro..imposible.
Evocamos aquella frase sobre Dios y el Soldado ante el peligro….luego Dios es olvidado y el Soldado despreciado.
El tema es que si sale de causa la responsabilidad es del poder político. Analicen con Pacheco, medidas y se pacifico. El país pudo seguir funcionando.
Y pensar cuando el narcotráfico condena la sociedad es guerra interna, no. hay otra….
Después debiera suscribirse el tiempo que pueden estar y volver si se necesita.
Es algo absolutamente inconveniente involucrar al Ejercito en temas policiales . Por varias razones.
1. Uruguay es uno de los paises del mundo entero q tiene mas policias x habitante . Como puede ser q ante todas las fallas, todo el tiempo se reclame mas funcionarios ? Como se gestiona el MInterior ?
2. No es lo del Ejercito. Ni el trato con la gente ni las armas. Puede generarse serios problemas.
3.es malo para el pais. Deja la impresion de un pais fuera de control. En Europa hay militares x las calles x el riesgo terrorista. No x la delincuencia comun .
4. Vincular a los soldados con el problema narco , solo le puede generar mas problemas al Ejercito por obvias razones.
5.es un menosprecio a la Policia.
O sea , inconveniente x donde se mire