Por: César López.
Durante la contienda presidencial norteamericana protagonizada por Bill Clinton, en competencia contra el por entonces ultra popular y favorito, el Presidente George H. Bush, el comando de campaña del retador ideó tres slogans para guíar los esfuerzos, resaltando los puntos claves de la misma. Uno de ellos posibilitó la victoria de Clinton y además, logró perpetuarse en la historia por su simplicidad con un mensaje directo, llamativo y referente al tema de fondo. El eslogan rezaba “Es la economía, estúpido”. En el marco social y político de esa campaña, la necesidad de discutir la temática de la economía era sumamente clara, de la misma forma, hoy en día, hablar de democracia y sus implicaciones es igual de esencial.
Pensar y repensar la democracia es una desafiante tarea que debemos encarar con la responsabilidad que merece, sin dejar nunca de atender sus bases y principios fundamentales como rectores de una reflexión profunda que nos lleve a nuevas instancias.
Más allá de definiciones, la democracia es una de las tantas formas de gobierno experimentadas por el ser humano, con la característica principal de ser aquella en la cual el ejercicio del poder no está en las manos de uno ni de unos cuantos sino de todos, o al menos de la mayor parte de una sociedad, sin ir en detrimento de las minorías y escuchando siempre todas las voces, con la libertad como bandera.
Como explicaba Norberto Bobbio, la democracia es un resultado de la libertad. Las nuevas tensiones a las que se enfrentan los gobiernos han alimentado problemáticas que se han ido gestando en el corazón de cada nación. Las dificultades a las que hemos tenido que sobreponernos han conducido a la necesidad de re pensar la democracia, de pensar su alcance, su forma, su esencia.
La democracia, como la libertad al decir de Wilson Ferreira, nunca está completamente conquistada, por eso nuestra lucha es la de defenderla día a día.
Hace unas semana atrás el líder del régimen cubano Díaz-Canel, aprovechó una cumbre internacional para intentar golpear a la democracia uruguaya hablando del proceso que seguramente desencadenará en un referéndum para derogar 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración, un instrumento de gobierno directo para el pueblo, previsto constitucionalmente, derecho de todas y todos los ciudadanos. Sin embargo, ofende quien puede, no quien quiere.
La hipocresía de los argumentos emitidos es tan grande como la inmensa tarea de intentar sostener desesperadamente un relato que se cae frente a lo acontecido en la realidad de los hechos, algo tan difícil como triste. El gobierno cubano no admite la oposición, por ende no admite la libertad de sus ciudadanos ni tolera la democracia.
La respuesta del Presidente Luis Lacalle Pou resulta impecable e impoluta:
“En mi país por suerte la oposición puede juntar firmas, en mi país por suerte la oposición tiene resortes democráticos para quejarse, esa es la gran diferencia con el régimen cubano”.
Es la democracia la que habilita que exista una oposición, es la democracia la que permite que se expresen todas las voces y que estas sean escuchadas, es la democracia la que garantiza el cumplimiento de las leyes y la constitución.
Es la democracia… ¡Patria y vida!