HOMO STULTUS… Por Nelson Jorge Mosco Castellano

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La estupidez es un tema insondable que desde los albores de la civilización ocupa a filósofos e intelectuales. El Libro de los Proverbios advierte “Mantente a distancia del necio, pues en sus labios no hallarás conocimiento”. En el Elogio de la Estupidez, Erasmo sugirió irónicamente que sin ella “no habría ningún tipo de sociedad ni relación humana agradable y firme». Y a fines de los cincuenta, el economista húngaro Paul Tabori detalló su gesta “triunfante y gloriosa” en su Historia de la Estupidez Humana.

Décadas más tarde, el economista italiano Carlo Cipolla escribió en tono humorístico un ensayo –Allegro ma non Troppo– en el que postuló las cinco leyes fundamentales de la estupidez. Según la primera ley, uno siempre subestima la cantidad de estúpidos que nos rodean y pululan por el mundo. La segunda establece que la probabilidad de que una persona sea estúpida no depende de su raza, sexo o nacionalidad, sino que es hereditaria y que la naturaleza la ha distribuido de manera equitativa en la especie humana. La tercera ley define al estúpido como una persona que con su accionar no sólo se perjudica a sí misma, sino que también a los demás. Según la cuarta ley de Cipolla los no-estúpidos siempre subestiman la capacidad destructiva del estúpido, que, según su quinta y última ley, es el ser “más peligroso” del planeta. En esto también coincidía Tabori, según quien la estupidez es “el arma humana más letal, la más devastadora epidemia” y su costo “en vidas y en dinero alcanza cifras astronómicas”. Uno pensaría que los bandidos son más peligrosos que los estúpidos, pero, explica Cipolla que estamos más alerta para defendernos de los primeros, que son racionales, que, de los segundos, cuya conducta es impredecible y cuyo número y peligrosidad siempre subestimamos. Además, una coordinación inconsciente potencia su capacidad destructiva. “Se trata de un grupo no organizado, que no se rige por ninguna ley, que no tiene jefe, ni presidente, ni estatuto, pero que consigue, no obstante, actuar en perfecta sintonía, como si estuviese guiado por una mano invisible, de tal modo que las actividades de cada uno de sus miembros contribuyen poderosamente a reforzar y ampliar la eficacia de la actividad de todos los demás miembros”. O sea, los estúpidos conspiran inconscientemente contra el desarrollo de la sociedad en la que viven.

El homo stultus de Cipolla es claramente inconsistente con el homo economicus de la teoría económica y/o con cualquier otra teoría que proponga la racionalidad como paradigma de la acción humana. Podría pensarse, también, que es inconsistente con la teoría de la evolución, ya que esta plantea la supervivencia del más fuerte. Con el paso del tiempo los genios y/o los bandidos deberían dominar la sociedad y los estúpidos extinguirse naturalmente y, por ende, no constituir un obstáculo para su desarrollo. Sin embargo, Andrea Tettamanzi ha demostrado matemáticamente que no es así. Los estúpidos de Cipolla no sólo no se extinguen, sino que incluso pueden proliferar. Según Tettamanzi, esto ocurre cuando la distribución de la riqueza en la sociedad es un juego de suma cero (es decir, cuando la ganancia de uno siempre tiene como contrapartida la pérdida de otro). Aunque este supuesto no es realista para el planeta (caso contrario seguiríamos en la Edad de Piedra) puede serlo para una sociedad estancada, como es el caso de las dirigidas por sobresalientes estúpidos en las últimas nueve décadas. La refutación más contundente de la teoría de Cipolla es el progreso de la humanidad en los últimos quinientos años. Este progreso sugiere que, al menos a nivel planetario, los estúpidos no consiguieron anular del todo a los genios.

Según Einstein, la explicación es otra: los estúpidos son mayoría, pero “el terror de su tiranía” es neutralizado por “su falta de consistencia”. Sea como fuere, si el contexto social, institucional y cultural de una sociedad favorece o promueve la acción de los corruptos y los estúpidos, su decadencia está asegurada. Por el contrario, si favorece la acción de inteligentes y honestos, su progreso está asegurado. Hay que tener en cuenta que los corruptos necesitan de los estúpidos para alcanzar sus objetivos.

Efectos dañinos generales de la estupidez

La estupidez es una falla cognitiva que nos afecta a todos. Pero para la mayoría no parece ser una condición permanente sino un fenómeno pasajero. Hay que distinguir entonces entre estupidez transitoria y crónica. No es lo mismo ser un estúpido, que ocasionalmente decir o hacer estupideces. Richard Feynman decía que un doctorado no era antídoto contra la estupidez. “Nadie es un imbécil de profesión”, explica Umberto Eco, “pero una persona que es un óptimo cirujano, o un óptimo quiosquero puede, sobre argumentos en los que no es competente, o sobre los que no ha razonado bastante, decir estupideces”. Quiere decir que la estupidez también puede ser inculcada y promovida con fines políticos; y es una de las razones por que en algunas sociedades la estupidez es extendida y endémica. El diccionario de la RAE define la estupidez como una “torpeza notable en comprender las cosas”. Esta torpeza es la que motiva la conducta que provoca el daño propio y ajeno. El origen de esta torpeza no es la falta de inteligencia o conocimientos sino la diferencia entre la inteligencia (o conocimientos) que uno tiene y la que cree tener. Por eso el “sólo sé que no se nada” de Sócrates es su antídoto más efectivo. La idea que el conocimiento humano individual tiene límites y que es de sabios reconocerlos, permite abordar cuestiones de gran importancia. Por ejemplo, tiene que ver con la economía. Los mercados libres (oferta y demanda) sirven para adquirir, condensar y transmitir un conocimiento disperso que sería inasequible a un planificador equipado con la computadora más poderosa. Sobre esto escribió Friedrich Hayek hace setenta años. La peligrosidad de un estúpido se potencia con el poder. Los estúpidos (o los que los manipulan) causan más daño en países con instituciones débiles, ya que no hay separación de poderes que les imponga un límite a la estulticia.

Estupidez y Decadencia Humana

Bertrand Russell resumía la historia de la humanidad “en épocas en las que todos pensaban que lo sabían todo, épocas en las que nadie creía saber nada, épocas en las que los inteligentes pensaban que sabían mucho y los estúpidos que sabían muy poco, y épocas en las que los estúpidos pensaban que sabían mucho y los inteligentes que sabían muy poco. El primer tipo es el de la estabilidad, el segundo es el del lento declive, el tercero es el del progreso y el cuarto es el del desastre.” En mayo de 1933, sólo cuatro meses después de que Hitler ascendiera al poder, Russell escribió un artículo titulado “El Triunfo de la Estupidez”. En su opinión, el surgimiento del nazismo presagiaba serios problemas para todo el mundo. Es notable su clarividencia teniendo en cuenta que lo peor del nazismo estaba por venir: «A lo largo de los últimos ciento cincuenta años los alemanes han hecho más que los ciudadanos de cualquier otro país para promover la civilización; durante la segunda mitad de este periodo, los alemanes, en conjunto, han sido igualmente eficaces en degradar la civilización. En la actualidad los nombres más destacados en el mundo de la ciencia siguen siendo alemanes pero el gobierno más degradado y brutal también es alemán…». Según Russell: “…aquellos elementos de la población más crueles y más estúpidos (dos cualidades generalmente asociadas) se han combinado contra el resto. Mediante el asesinato, la tortura, la prisión y el terrorismo de la fuerza militar han sometido a los elementos inteligentes y sensatos de la sociedad y tomado el poder con objetivo de promover la gloria nacional”. Consideraba al nazismo como una alianza nefasta de bandidos y estúpidos bajo la bandera de un chauvinismo intolerante. Lo que muchas veces ocurre es que cuando una sociedad entra en crisis y enfrenta problemas estructurales de difícil solución, es más fácil que los bandidos fomenten la estupidez y se aprovechen de ella. Russell apuntaba a esto cuando dijo que en el mundo moderno los estúpidos están llenos de certezas y los inteligentes llenos de dudas.

Cualquier sociedad alimentada por una cultura caudillista es particularmente vulnerable a la acción combinada de los estúpidos y los bandidos. Tabori menciona “la estupidez de la idolización del héroe” como la base de todos los regímenes totalitarios. “Ninguna nación, ni siquiera los alemanes, experimentan amor por la tiranía y la opresión. Pero cuando la estupidez del instinto gregario infecta la política, cuando la locura del masoquismo nacional se generaliza, surgen los Hitler, los Mussolini y los Stalin”. Los regímenes totalitarios no sólo se nutren de, sino que también fomentan, la estupidez. Para esto la propaganda manejada para la destrucción del pensamiento tiene enorme efectividad; como lo demostraron Goebbels, Apold y Gramsci.

Borges decía que las dictaduras “fomentan la opresión, el servilismo y la crueldad más abominables, que es el hecho de fomentar la idiotez».

El guarango, que según Ortega y Gasset era el arquetipo del argentino; esencialmente un estúpido con pretensiones y mal modo. En Radiografía de la Pampa, Martínez Estrada definió al guarango como “un ignorante que interpreta mal la realidad” y sufre de “un eclipse parcial de las facultades de apreciación.” Es como un analfabeto que «puede deletrear un texto, pero no lo entiende». El problema es que, si uno siempre perjudica a los demás con su conducta, a la larga termina perjudicándose a si mismo. El bandidaje de elementos marginales o excluidos de la sociedad, es una estupidez, ya que es autodestructivo (esencialmente consiste en matar la gallina de los huevos de oro). La idea paranoide del complot permanente en contra del pueblo, se apoya en otra igualmente equivocada y perniciosa: que el pueblo es excepcional y le está reservado un destino de grandeza, si no hubiera sido por la conspiración de la oligarquía aliada con el imperialismo. Una estupidez mayúscula, machacada en la mente de homo stultus durante un siglo por una historia novelada, que cree tontamente que el mundo nos mira con codicia perpetua y por eso no nos deja mejorar.

Desde hace cien años los delirios de igualarnos, crecientemente frustrados, nos impiden volver a ser un pueblo culto, productivo, que brinde oportunidades para ascender socialmente. Una concepción maniquea y paranoica del presente y del pasado le ha dado sustento intelectual a un populismo chauvinista virulento que hundió al país en una decadencia que eufemísticamente llamamos crisis. Siempre pensando que alguien vendrá a hacer lo que hay que hacer y sacarnos de este pozo cada vez más profundo. Es decir, la cosmovisión imperante en la sociedad favoreció la acción de los corruptos, aprovechándose de los estúpidos (homo stultus); que neutralizaron la acción de los pensadores más importantes (empujando a muchos a emigrar). Librarnos de los efectos de las zonceras que hemos abrazado durante tanto tiempo requiere esfuerzo y dedicación permanente. Reflexión dramática a la que nos invita tener todavía un gobierno que con cabezas pensantes, pero que no ha podido superar la tranca conservadora de tantos estúpidos, tantos desesperanzados, y tantos interesados en engañar. Luego de años de creer que se puede repartir lo que no se creó, la zoncera se convirtió en política de Estado. Cuesta muchísimo revertirla con un margen pequeño de votantes que quieren resultados.

La superación de la estulticia: la libertad de pensar.

La rebelión del Homo Stultus se verifica en nuestro tiempo en el rechazo de la juventud (no contaminada con el balde ideológico) hacia la política antigua, los partidos políticos, y los líderes o militantes. Gran parte de esa juventud tiene un sentimiento de odio o absoluta apatía hacia todo lo que tiene que ver con la política. En un ensayo titulado “Mujer, sexualidad, Internet y política. Los nuevos electores latinoamericanos” Jaime Duran Barba y Santiago Nieto relatan experiencias en campañas electorales en América Latina por más de treinta años; la comprensión del funcionamiento de las sociedades, su rol en las nuevas coyunturas políticas en la gobernabilidad de los sistemas políticos democráticos de fin del siglo XX y XXI, y el comportamiento político de los nuevos electores. El nuevo elector siente rechazo a los políticos de corte tradicional, lo que da como resultado liderazgos antipolíticos, por la claudicación de la democracia en sus estructuras tradicionales. Construye liderazgos fuera de organizaciones partidistas o de tipo ideológico, en la pantalla chica de la computadora o el celular. Lo que para algunos son los outsiders de la política, distanciados de las elites del pasado y de las maneras de organizar lo político enfocados en resolver los conflictos sociales, desbordan en la antipolítica. “En promedio, las encuestas que se aplican en todo el continente dicen que de ocho de cada diez habitantes de América Latina se sienten frustrados por los actuales liderazgos y rechazan todo lo que tiene que ver con la política”. Ven la actividad política tradicional como un asunto sospechoso, que en nada beneficia sus vidas cotidianas. En la época del hedonismo, del consumismo, de la vida más practica y ligera en cuanto a sacrificios públicos, la globalidad recorre la intención individual de dinero fácil. Se agotó escribir para ambientes intelectuales desfasados del mundo de la gente común; no interesa la izquierda borbónica y recalcitrante. “…la mayoría de los jóvenes vive actualmente libertades que parecían inverosímiles hace pocas décadas y que son fruto de las luchas por esas reivindicaciones, que estuvieron en la base de movimientos tan importantes como la revolución de mayo del 68 en Francia, la primavera de Praga, el concierto de Woodstock, el auge del rock y otros movimientos juveniles. Occidente cambió de manera radical y su transformación arrastró a la Europa del socialismo real”. Las nuevas formas de representación están cargadas de video política y de expresiones que atacan la política tradicional, permitiendo la llegada de movimientos alejados de la partidocracia. Quieren construir la democracia dirigida al real interés público general, fuera del mero interés electoral. Pensar en ideologías políticas desde el punto de vista de dogmas inamovibles, es totalmente anacrónico. “El paradigma con el que se analizaba la política latinoamericana, desde la perspectiva de los intelectuales, los periodistas, los políticos y los cientistas sociales en la región, está herido de muerte”. Las verdades políticas del pasado son cuestionadas dado las profundas transformaciones políticas y económicas expuestas luego de la caída del Muro de Berlín. El aumento de los procesos de libertad en el mundo contemporáneo. A pesar de todas las evidencias, ciertos políticos y su cohorte, tipo Hugo Chávez (en su momento) se resisten a aceptar que en Cuba no existe un sistema democrático; que perseguir a disidentes y encarcelarlos debe ser condenado, aunque el atropello lo cometa un gobierno “revolucionario”. Los “neo-revolucionarios” distan mucho de ser verdaderamente democráticos, comprender que la pobreza no se resuelve con slogans, y que los expatriados de las tiranías quieren ir a economías que respeten lo que consigan. El socialismo del siglo XXI es una trampa petrodolarizada, ahora narcodolarizada, que camina errabunda por América Latina. “Hay mejores condiciones de educación, hospitalaria, vial, comunicativa y tecnológica, pero en sus reflexiones desde la caída del Muro de Berlín, la mitología socialista se archivó, y secciones enteras de nuestras bibliotecas, en las que figuraban decenas de tomos de las obras completas de Lenin, Mao y Marx, terminaron en la basura”.

Los neo-fascismos, a veces de izquierda, a veces de derecha, están condenados al fracaso porque aparecen en una época en la que los ciudadanos con tendencias a su hedonismo más privado y con más libertades, rechazan discursos trasnochados, ideas de dictaduras, o experimentos socializantes. En especial los jóvenes no creen en ideologías políticas desfasadas de la realidad en un mundo más conectado, más informado y sobre todo, en donde, pensamientos únicos no son la respuesta al frenesí moderno. Hay que reconocer que existe un nuevo elector en una sociedad en la que ha cambiado todo y la política no puede ser la excepción”.

El asunto gira entorno a que las TICs democratizan más las sociedades y los que explotaban al HOMO STULTUS no entienden dicho cambio, porque nunca fueron democráticos. Aún hablan de guerras mediáticas para destruir la democracia. Temen a los medios de comunicación porque generan debates, dan más información, y no permiten el engaño de discursos demagógicos. Descubren los errores y “agachadas” de los que ofrecen fracasadas recetas mal llamados “revolucionarias”. “…el parroquianismo y las tradiciones tienden a desaparecer cuando el ser humano accede a una información que ha cambiado de cantidad, calidad, velocidad y diversidad. Todos estos elementos han aumentado la autonomía del nuevo elector”. Sin embargo, las ideologías trasnochadas siguen en la mente de algunos en la región, que no entienden que en la sociedad totalitaria, la muerte, la persecución, el odio, y la pobreza han estado permanentemente en el centro del escenario del poder.

Dejarlos atrás es parte del desafío para superar el déficit de la democracia de producir transformaciones urgentes dentro de sociedades segmentadas que no resisten más frustraciones. Un aviso, se termina el HOMO STULTUS.

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