HOMÚNCULOS EN EL ESTADO…

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Por el Dr. Nelson Jorge Mosco Castellano

            El Estado tiene una gran misión que cumplir en lo económico, con un sentido igualitarista y tuitivo del trabajo, en materia distributiva: “a favor de todas las clases de la sociedad mientras estas tengan necesidad de un socorro seguro y bien ordenado. El Estado cumple de este modo un deber de tutela o de curatela, cuando en épocas de cultura atrasada, se hace no solamente maestro, sino también agricultor, industrial, comerciante, como él puede (asimismo) establecer leyes protectoras para industrias que no pueden todavía sostener la competencia con el extranjero”: “Curso de Derecho Natural”, de Heinrich Ahrens. Esta escuela filosófica no basa sus tesis sobre el Estado en datos empíricos, en la historia y en la realidad política de su tiempo, sino que disciernen cómo debería ser, conforme a la razón. Ahrens destaca entre las funciones del Estado, “asegurar el equilibrio y la armonía de los diferentes actores de la vida social, garantizar el desarrollo autónomo de las esferas que lo tienen asegurado, y promover y apoyar positivamente la acción en las esferas que serían por ellas mismas impotentes. Karl Christian Friedrich Krause, en “El ideal de la humanidad” no explica el Estado real; expone una de las funciones que debe cumplir, para conseguir una sociedad ideal, bien ordenada, libre y solidaria. El Estado aparece divinizado. No es solo un tutor, es un dios salvador. Krause escribe: “Todavía no existe un pueblo cuya constitución fundamental pueda preciarse de una perfección relativa ni aun para el tiempo a que corresponde”. Ahrens agrega: “Queda abierto al Estado un amplio campo de actividad, que fecundará todavía más en el porvenir por medios más poderosos, cuando estos poderes políticos no estén ya explotados por esas pasiones egoístas y brutales de dominación absolutista y de guerra, y que ellos puedan llenar mejor los deberes que les están impuestos para fines de humanidad, a favor de todas las clases de la sociedad”. Cabe preguntarles a la luz de nuestra experiencia: ¿Por qué deberíamos esperar que una sociedad produzca estadistas maduros y cultivados, ni siquiera por qué presumen que  actuarían para el bien de la comunidad, en lugar de en interés propio, de sus amigos, corporaciones, o para continuar todo lo posible en el poder? Se han demostrado hombres imperfectos, y tal vez corruptos, que Jefferson aconsejaba tratar con recelo, antes de verlos sentados en sus puestos de comando. 

            Alphonse E.-Max, sostiene empíricamente; “La corrupción en la alta política contiene, además de su típico aspecto de condenable inmoralidad, muchos elementos adicionales que merecen ser considerados. En el manejo de los asuntos de Estado, nadie llega a su fase de perdición sin una etapa intermedia de éxito. Es el triunfo que lleva a un gobernante a ser seducido para transgredir la ley y la moral”. Personajes fallidos al final de su vida política de la talla de Benito Craxi, Kohl, Berlusconi, Chirac, gobernantes de Japón, Turquía, Pakistán, Filipinas, Corea, Indonesia, y decenas de países africanos. “Cuántos presidentes latinoamericanos han sido acusados de manejo ilícitos de fondos públicos…Lo que hace idénticos a los políticos corruptos es su creencia de que cada uno de ellos es diferente del otro. El éxito les dio la sensación de invencibilidad; el entorno de aduladores y aprovechadores los reforzó en esta creencia… estos personajes, como muchos otros en similar situación, deben de haber perdido el sentido de la realidad, la línea fronteriza entre el bien y el mal se les debe haber borrado y empezaron a vivir en el limbo donde todos los contornos empalidecen y se confunden. Deben de haber pensado: ¿para qué sirve el poder si no se abusa de él?”

            Sociedades dirigidas homúnculos, pequeños tipos que se creen personajes, gobernantes ineptos, corruptos, o ambas cosas. Ignoran las más elementales técnicas de análisis presupuestario y presentan el gasto público como una cuestión de grandes números; sin introducirse en el estudio fino de cada repartición, cada partida, cada nombre rimbombante para una nueva repartición pública. En capas geológicas multipartidarias, creadas para que ninguno de los políticos se quede de a pie cuando pierda el favor ciudadano. Los restos de la izquierda tiránica, sobreviviente atávica de la  derruida, que perdió la segunda guerra mundial, y la que cayó aplastada por el muro de la miseria, fue traicionada, deseducando, miserabilizando, prostituyendo, animalizando, corrompiendo y promoviendo narco terrorismo, desde el Estado.

            El gobierno “popular y progresista” que condujo el Estado en el Uruguay, corrigió desigualdades, hacia abajo. Rebajó la condición del nivel medio que históricamente dio oportunidades reales de ascenso social.  Como los ricos estaban en vías de extinción por la elefantiasis de la carga tributaria, la casta ideológica-burocrática-sindical, repartió el ingreso de los que trabajaban, de la clase media para abajo; y multiplicó desempleados e informales. 600 mil jubilados cargan sobre sus magros haberes: prestaciones a activos fallutas, subsidios a terroristas y sucesores, pasividades probadas por “testigos” que Murro inventó para el crecimiento del déficit público e incorporar el ahorro de los trabajadores en las AFAPs. Para castigar a los jubilados “ricos” los frentistas crearon el “impuesto” IASS, doble tributación sobre el salario que ya pagó IRPF. Para los trabajadores “ricos” (que ganen hoy más de $ 36.148) el IRPF, que disfraza de renta el sueldo del trabajador. Tantas promesas ebrias de fantasía prometiendo el Estado de “bienestar”, chocaron contra el freno que  paralizó la producción nacional. Multiplicaron una miríada de empleados públicos y favorecieron una pléyade de “empresas autogestionadas” inviables, con la plata de otros; comiéndose lo que le daba oportunidades al trabajador independiente, a los pequeños comercios. Se desconoció la realidad, la finitud de los recursos del contribuyente, matando a la gallina que los proveía de plata para “redistribuir”. Como en todo comunismo, viven bien los que gobiernan hasta que se termina la plata. Lo sufren los que laburan, los que tienen que salir a buscarle la vuelta cada día y dependen de que haya consumidores de su oferta para subsistir. Las víctimas que aumentaron los asentamientos son “daño colateral”. Se fortalecen los que se adaptaron a brindar en el quincho de “Varela”; asumen que los que cambian son los gobiernos. Luego de perder, la izquierda aún reclama profundizar el modelo; un paso adelante hacia el abismo productivo y financiero. Más desempleo, analfabetismo, informalidad, castración de oportunidades de trabajo, aumento de la insoportable carga tributaria, regulaciones burocráticas, castrando oportunidades laborales. Más miseria, de la que huye el que todavía puede emigrar. Males que se arrastran de mucho tiempo, que en los 15 años del frentismo se profundizaron, en cuanto han hecho todo lo posible por destruir al Estado llenándolo de ideología, exponiendo la inutilidad de las instituciones para resolver los problemas de la gente. La justicia ciega a la igualdad ante la ley y a la corrupción política. La desintegración social, multiplicando gastos en derechos que ya existían, y otros, sociales nuevos e inventados. Cuando a esa izquierda maniquea le toca perder, deja en pie su maraña de dirigentes sindicales dispuestos a conservar privilegios trancando cualquier cambio, mintiendo y convocando a la violencia. Disponen de una maquinaria comunicacional de impedir y destruir una organización social que siguen empecinados en hacer a su imagen y semejanza, para su beneficio, aunque sea un suicidio colectivo. La anomia “popular” del Estado como bandera, justifica y defiende dictaduras y otros corruptos, que dicen ser de izquierda. Una red internacional de homúnculos, que hacen gárgaras de sensibilidad social, mientras se coaligan con émulos tiranos de pueblos sojuzgados y robados. Las graves denuncias de la descomposición Estatal todavía no mueven la aguja, para que el sistema político que prometió cambios, se ocupe de corregir a quienes se apoderaron del Estado. Todos quieren un cambio, pero, para los otros. Zombi, sin fuerza para reclamar la responsabilidad política y penal, por endeudar a tres generaciones, soportan el gasto público, del que están exentos por ajuste integral los salarios de sus gobernantes. Los riquitos que quedan en el Uruguay aprendieron a esquivar el expolio del Estado, y la izquierda rascó la lata de salarios y jubilaciones, para sostener cargos de “compañeros” y  “velitas al socialismo”. Nos costó, además del IRPF y el IASS, la mejor recaudación histórica por exportaciones, sus amadas empresas públicas “ordeñadas”, que paga el laburante; y un endeudamiento que denunció hasta Astori. Pidieron prestado hasta que les bajaron el pulgar. Para evitar el costo político le sumaron inflación, un “impuesto” inconstitucional, oculto en monto y efecto, que pega en el bolsillo de quien consume lo más mínimo. Nada de esos ingresos mejoró la condición de quienes realmente vivían y viven mal; únicamente los “compañeros” mejoraron su economía y aspiran a volver a hacerlo. Dispusieron de varios gobiernos departamentales, en los que triplicaron la exacción a sus expoliados con servicios caros, y espantosos. En Montevideo, luego de más de 35 años siguen prometiendo mejorar. 10.000 funcionarios municipales, más los de particular confianza, no pueden resolver el 50% de la recolección de la basura. El otro 50% privatizado se suma a los gastos presupuestales. Para la obra pública apenas resta el 10% después de salarios y gastos de funcionamiento. Una parte del Estado que trabaja básicamente, para pagar sueldos y mantenerse abierta. Con Ehrlich en el 2009 firmó con Stiler S.A. la construcción del corredor en la Av. Garzón, por US$ 26.861.662, la obra y sus tareas de readecuación le costaron al montevideano realmente US$ 49.273.652. Después fue reconocida, inservible. Cosse, la que multiplicó por tres el costo del ANTEL Arena, pide otros 70 millones prestados al BID para “mejorar” la basura. Prepárense el ciudadano para lo que tocará, de la deuda.   En Canelones, Orsi aumentó 40% las tasas sin mejorar los malos servicios. Funcionarios públicos mendicantes de políticos y sindicatos para recuperar la inflación y el poder adquisitivo. Coima a los electores, diría Fukuyama. Es muy alta la vara que le pusieron Ahrens y Krause al Estado y a los hombres que gobiernan. La “cultura” sigue atrasada. Los gobernantes no tienen la madurez que aspiraron para un modelo de gobernanza puramente aspiracional, emotiva, pulcra y capaz de impulsar desde el Estado la mejora de la sociedad, cultivando un servidor público, que no es real. Compartimos el pragmatismo de nuestro Amigo Alphonse E.-Max: “Estos despreciables homúnculos corruptos no lo pueden soportar y comienzan, primero a negar a sus familias más cercanas, para terminar transgrediendo los valores de la nación. Se tomaron vacaciones de la realidad y dejaron de ser conscientes del hecho de que fueron catapultados al poder por los votantes para gobernar a cambio de una mensualidad; y no para mejorar exageradamente sus condiciones materiales”. 

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