En Venezuela a pesar de que se tiene el país territorial y geográfico con las mayores reservas de petróleo en el mundo, inmensos volúmenes de recursos naturales y tierras fértiles explotables, se vive un episodio «histórico» de miseria inaudito, impuesto por un régimen felón. Al punto de que sus mismos representantes son víctimas de los defectos más virales de la miseria humana, calificados por Aristóteles en el origen de las revoluciones como resentimiento, venganza y envidia, por causa de la ignorancia de filosofía de la política que poseen. Por ende y, como consecuencia, son traidores.
Es tanto así, que en vez de intentar ganarse el prestigio que otorga el apoyo del pueblo (el soberano) ¡que es objeto sensible del liderazgo laosiano y es quien le dio su confianza para administrar sus recursos! En nombre de un proyecto manejado por megalómanos han hecho todo lo posible para ganarse el odio. Con respecto a esa ignorancia nuestro único e histórico libertador político, Simón Bolívar, dijo las siguientes frases, Cito:
«Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza; y por el vicio se nos ha degradado más que por la superstición… Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia». (Simón Bolívar)
Ahora bien, en la constitución venezolana reza que cualquier ciudadano mayor de edad y con nacionalidad del país, tiene derecho a postularse a ser presidente, la única limitante es poseer doble nacionalidad.
En la actualidad, al pueblo venezolano le ha tocado, lo peor de esa parte de la imperfección que la democracia permite.
Por ende, le ha otorgado el poder mediante elecciones y engañado con un discurso hipócrita, a esta especie de “individuos” ajenos de todo conocimiento político, económico y civil.
Luego, ha adquirido por el engaño y con la anuencia de una élite fascista, privación de libertad, hambre y miseria. Esta élite fascista es conformada por políticos mediocres y vengativos de injerencia extranjera y enajenada con un discurso sofista. Esa injerencia extranjera es dirigida por tiranos de un país inferior al propio del venezolano, tanto en cultura como en territorio. Empero, gobernado por una sarta de megalómanos cuyo liderazgo compete al narcisismo dañino y de sesgo hegemónico.
A estos funcionarios gubernamentales – mediocres y vengativos- se les une un número considerable de integrantes de las -antes heroicas- fuerzas armadas, quienes; en otrora, lucharon contra fuerzas invasoras de ese país. Por ende, han mancillado su consigna de honor y patriotismo como divisa convirtiéndose en traidores.
Ese intento de invasión militar por las costas caribeñas del pueblo de Machurucuto, Venezuela, fue repelida en 1967 por miembros de la Fuerzas Armadas Nacionales (FAN) contra guerrilleros cubanos en complicidad con subversivos venezolanos, dirigidos por el tristemente célebre héroe y traicionado por la misma revolución cubana, General Arnaldo Ochoa, acusado de narcotraficante junto a otros tres sicarios de la revolución. Todos fueron condenados a muerte con juicios sumarios, muy propios del espíritu de la justicia castro-comunista.
¿Qué se puede esperar de esa índole de traidores a sus pueblos y supuestos héroes?
En Venezuela los tildados injustamente de “apátridas”, majunches”, “cachorros del imperio”, “vende patria” y toda clase de peyorativos del neolenguaje orwelliano que emplea el chavismo contra quienes se oponen al régimen opresor de Maduro, son indignados, no traidores.
La traición en Venezuela se ha desarrollado por esta sarta de ignorantes, títeres, cómplices y testaferros que se han apoderado del gobierno y no por otros, menos por la oposición genuina, ni por la disidencia.
Joise Morillo
Venezuela USA