LAVALLEJA: EL HOMBRE, EL CAUDILLO Y EL MILITAR. Por Mario Menyou

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Introducción

Exponer sobre la vida y obra del Señor Brigadier General don Juan Antonio Lavalleja, además de ser un inmenso honor para quien lo hace, por la magnitud del héroe sobre el que nos referiremos, también nos coloca en el reducido número de patriotas que se han ocupado de rememorar quien fue este criollo Oriental que tanto hizo por su patria.

Hablar de Lavalleja, nos retrotrae a los tiempos de la Patria Vieja, tiempos en los que se inició la Revolución de Mayo en el Río de la Plata, la emancipación Oriental con la gesta Artiguista, la cruzada de los Treinta y Tres Orientales y la Independencia Nacional. Pero también nos lleva a recordar las luchas internas por la consolidación del Estado uruguayo, a la Guerra Grande y la restauración de la paz y el orden en el país con la conformación de un triunvirato en el gobierno, que incluyo a las dos figuras más trascendentes en la Historia Nacional, además del Señor General don José Artigas, y nos referimos a los que fueron sus Tenientes y luego prosiguieron su lucha, los Generales Rivera y Lavalleja.

Vale resaltar, que mientras a los historiadores y escritores que se han dedicado a relatar, homenajear, cantar y explicar las actuaciones y vida de Artigas, los podemos encontrar por varios cientos y quizás en miles; que sobre Rivera encontramos centenas de autores; por Lavalleja son apenas decenas los que se tomaron el trabajo de estudiar su vida y obra. Podemos decir como lo afirma el historiador y escritor uruguayo don Plácido Abad, que «no ha tenido biógrafo, que estudiara con paciente amor, la importancia y extensión de sus servicios». 

Sobre el héroe escribió el Señor Dr. Don Luis Alberto de Herrera: “Que poca justicia se le ha hecho a pesar de que nada mancilla su legendaria memoria. Se ha escrito para intentar disminuirlo, sin que todavía haya aparecido el libro definitivo que tanto merece. Su valor intrépido y su desinterés cruzan toda la primera historia. Es de los herederos directo del Blandengue, a cuyo lado se formara…

 Su respuesta la da el reto de la Agraciada, por independencia o muerte, como reza su bandera. La de Artigas y la suya, fueron las únicas enseñas del ciclo heroico…

Denodado, incorruptible, fiel a la patria, siempre y sin desmayo al dominador intruso solo le pide un campo para combatirlo… su modestia excede, aún a sus méritos de gran patriota, y su honradez de manos y de conducta militar y cívica es española: de la buena”.

Trataremos, rememorando los diferentes momentos de su vida, relatar en forma esquemática y separada, los aspectos destacables y más trascendentales de los roles que desempeñó nuestro héroe.

El Hombre

  • Juventud:

Nació en Minas, presumiblemente el 24 de junio de 1784 y no vamos a extendernos en sus datos biográficos, más que los que sean necesarios para entender su personalidad y la influencia de ésta en su vida pública y familiar, que es lo medular que intentamos analizar en el presente trabajo.

Su crianza fue en el campo, en el establecimiento que su padre poseía en la región serrana donde nace el Río Santa Lucía, lo que lo llevará a conocer todas las faenas del campo, a su gente y sus características y sobre todo al terreno de esa región del país, todo lo que le fue de suma utilidad durante las campañas militares en que participó.

De muy joven surge en él, un espíritu libertario y revolucionario. Radicado en la zona de Minas, estudió en la escuela de esa población, con don Romualdo Ximeno como maestro (quien años más tarde lo encontraremos entre los integrantes del Éxodo del Pueblo Oriental).

Con los primeros llamados a la revolución, a pesar del linaje de su padre, español de origen y defensor de la corona con el grado de subteniente de una Compañía de Milicias de Caballería de la Provincia (pero fallecido en 1800), el joven Lavalleja entendió que había llegado el momento de terminar con la opresión que suponían los nuevos impuestos aplicados por el virreinato para combatir la Revolución de Mayo, ahora con sede en Montevideo luego del levantamiento producido en Buenos Aires.

Es así que,  en conocimiento que el patriota Manuel Francisco Artigas estaba aglutinando gente para reaccionar frente a la situación que sufría la región, en abril de 1811, al ocupar este Caudillo la Villa de la Concepción de las Minas (nombre que entonces tenía la hoy ciudad de Minas), Lavalleja, con 26 años,  se alista al gauchaje sublevado y comienza así su largo peregrinar en pos de lograr una patria americana, la Patria Grande como le inculcara quién a poco de iniciarse en las luchas, se convertirá en su Jefe y guía.

  • Trabajos.

El trato directo con peones, troperos, comerciantes y demás agentes participantes en las faenas del ganado y su comercio, las llamadas “vaquerías”, así como trabajar en todas esas tareas, lo llevó a ser muy diestro montando a caballo, así como en el uso de todas las herramientas con que se disponía en la época, destacándose las boleadoras, la pica, el cuchillo y la lanza para dejarretar animales.

Nos es de extrañar entonces, considerando el entorno en el que debió criarse y desarrollarse Lavalleja, que la característica principal que demostrara en sus campañas militares, fuese su intrepidez, bravura y rebeldía, así como el orden en todas las cosas, lo que lo llevó  en los diferentes trabajos que desarrolló a lo largo de su vida, alcanzar destacables resultados económicos.

Durante su participación en los combates por la emancipación Oriental y su largo cautiverio como prisionero de los portugueses, no le fue posible dedicarse a trabajar para su sustento y el de su familia, lo que volvió a hacer después de ser liberado, ya con nuestra provincia ocupada por el Ejército Imperial Luso-Brasileño.

De regreso a Montevideo en 1821, Juan Antonio Lavalleja fue invitado varias veces por Fructuoso Rivera a enrolarse en los Dragones Orientales, las fuerzas que este tenía directamente a sus órdenes para el control y seguridad en la campaña oriental. Muchas veces se negó dada su rebeldía a servir al enemigo, pero al final los argumentos de Rivera lo convencieron de que era la forma de mantener latente la posibilidad de libertad y sentó plaza, como 2º. Jefe en el Regimiento de Dragones.

A poco de esto, recibió un empleo de administrador de bienes intestados, por iniciativa de Nicolás Herrera y se instaló en una estancia en el Rincón de Miguel Zamora, en Tacuarembó, también conocido como Rincón de Clara, donde se dedicó a las tareas del campo, logrando generarse un muy buen capital.

Sobrevenida la Independencia del Brasil en 1822, tendrá repercusiones en la entonces Provincia Cisplatina, donde al mando de las tropas de ocupación estaba el Teniente General Lecor, afín a los brasileños y a favor de Pedro I, pero el Gral. Álvaro da Costa de Souza de Macedo, Comandante de la División de Voluntarios Reales se mantuvo fiel a la corona del Portugal de Juan VI.

Tanto Rivera como Lavalleja y muchos Orientales, se manifestaron a favor de la corriente independentista del Brasil,  estimando que era más conveniente seguir dependiendo de americanos, hasta conseguir su autonomía, que depender de una monarquía europea, así firman la adhesión al Estado brasileño.

En esa época, el peso político de Lavalleja, reflejo de su comportamiento en las luchas por la emancipación y su largo cautiverio por no comprometerse a no levantar las armas contra quienes invadieron su patria, era muy importante tanto entres los Orientales que habitaban nuestro suelo, como en los emigrados a las provincias vecinas de Corrientes, Entre Ríos y Buenos Aires

A partir de 1823, emisarios de los “Caballeros Orientales”, agrupación secreta, de carácter masónico clandestina que se organizará en Montevideo, con integrantes del Cabildo y personas destacadas de la Sociedad de la época, con estrechas vinculaciones con políticos y comerciantes de Buenos Aires, así como estancieros de Santa Fe y Entre Ríos, se presentarán a Lavalleja ofreciéndole la Jefatura un levantamiento armado,

Él evitará involucrarse directamente en estas confabulaciones, aunque entablará enlaces con sus adeptos y antiguos camaradas, visando la posibilidad de reiniciar la revolución. Enterado Lecor de estas gestiones, ordena a Rivera que lo capture, pero cuando este va en su busca, Lavalleja es alertado por tropas propias de Rivera y huye hacia la vecina orilla, primero a Entre Ríos y luego a Buenos Aires. Su deserción por participar en conspiración contra los invasores,provoca que se le confisquen todas las propiedades, por lo que pierde todos los bienes logrados en este últimos período de su vida, como también existencias y valores que poseía de antes y que le habían sido restituidos.

Ubicado en Buenos Aires, alquilará un saladero que además de servirle de sustento, se transforma en sede de los confabulados que comenzarán a planificar la invasión a la Provincia Oriental, en ese entonces Cisplatina. También serán lugares de reunión, el comercio de Ceferino de la Torre y el saladero de Pedro Trápani, patriotas que estuvieron desde un primer momento en la organización de la Cruzada.

En próximo artículo seguiremos incursionando en la vida y obra del héroe.

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