¿QUÉ ES LO JUSTO? Por Joise Morillo

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El presente articulo está dirigido con enfática atención, aunque no exclusiva, a padres, representantes y responsables -instancias educativas- de la educación de infantes y adolescentes, del mismo modo a profesionales que tienen en su haber la probabilidad de coadyuvar en el “equilibrio” que debe haber entre el educando y el educador, principalmente, a psicólogos pre y post millennials quienes hayan podido tener una errada o muy mala interpretación de postulados filosóficos de ese equilibrio. Relacionados, a una supuesta enajenación social que priva al niño y al adolescente de crecer en un ambiente genuino de libertad, ej. los postulados de J.J. Rousseau en el Emilio.
Para muchos pensadores la justicia debe abocarse a la comunión y la praxis de deberes y derechos que pertenecen al individuo desarrollar en el entorno, comunidad y espacio que contiene su topo vivencial. En otras palabras, el individuo debe cumplir un compromiso social que deriva del orden y la disciplina formuladas por convenio mutuo entre entes que tienen la responsabilidad de analizar y dar respuestas a los avatares, desmanes e inconveniencias de la conducta colectiva y sancionar para bien de esta última la obra de cada individuo que presente evidencia siniestra en contra de orden y la disciplina que debe haber para bien en la comunidad.
Lo antes señalado compete a la ciudadanía en sí, lo cual manifiesta un impulso público para el bienestar social sin descartar el bien que cada individuo miembro de sociedad debe disfrutar en la medida de comulgar recíprocamente ese bien con los otros.
Aquí se presenta un entorno que Platón llamaría de poesía por cuánto tiene como principio educar de buena forma a infantes y adolescentes con el fin de hacerlos mejores ciudadanos, tomando en consideración la belleza del alma cito:
«Tener por más valiosa la belleza de las almas que la de los cuerpos de tal modo que si alguien es discreto de alma, aunque tenga poca lozanía, baste ello para amarle, mostrarse solícito, engendrar y buscar palabras tales que puedan hacer mejores a los jóvenes, a fin de ser contemplado en la belleza que hay en las normas de conducta y en las leyes y a percibir que todo ello va unido por parentesco a sí mismo.» (El banquete)
Sucesivamente, todo proceso educativo donde se tenga como objeto hacer buenos ciudadanos debe tener como principio moral instruir al joven en función del avance de la civilización. La cultura, que tiene como fundamento prístino conocer la filosofía de la naturaleza, contempla como inteligencia la concepción inmanente del individuo humano como producto del uso de la mente. Concebida esta premisa –potencia-, se debe considerar la ciencia como un patrón ineludible, por ello, indispensable para descubrir y utilizar en función del bien común todos los recursos materiales que existen en el Universo –acto-.
Igualmente se debe manejar una firme concepción genética respecto a que es hombre y que es mujer conforme a la naturaleza.
«Después de las normas de conducta, es menester que el iniciador -maestro- conduzca a las ciencias para que el iniciado vea a su vez la belleza de éstas (…) Y no sea en lo sucesivo un hombre vil y de mezquino de espíritu» (ibidem)
Platón plantea que infantes y adolescentes debe saber de ciencias para poder discernir entre la virtud y el defecto -que simplifica como belleza- apropiadamente, de modo que tal virtud en él no le deje deslumbrar por cosas insignificantes con apariencia de importantes, sino que vuelva su interés a una belleza espiritual genuina, «que le haga engendrar muchos bellos discursos y pensamientos en inagotable filosofía, hasta que, robustecido y elevado por esta vislumbre una ciencia única»
Tal educación debe contemplar solidaridad y probidad en el seno del hogar, paralelos al discurso o enseñanza del maestro en las instancias educativas, en este contexto, debe, por antonomasia haber un teatro político con verdadero fundamento filosófico.
La justicia no se detiene en las acciones externas del hombre, sino cuando están arregladas en su interior, por tanto, todas sus acciones son correctas. Este -el hombre- después de haber ordenado todas sus funciones, con el conocimiento de deberes y derechos, conocerse a sí mismo (leer Fides et Ratio de JPII), sea, después de establecer orden y concordia y concebir responsabilidades mutuas en su entorno, puede o está en capacidad de cosechar y mantener con su obra: salud física y mental, prestigio e incluso riquezas. Por ende, servir al público siempre amparado con la virtud de la prudencia.
Lo contrario es destrucción e ignorancia. O sea, injusticia.

Joise Morillo
[email protected] en
Venezuela – USA

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